Después del Barcelona-Real Madrid me dio por pensar que este clásico en concreto lo tendrían que haber jugado como castigo Schuster, Di Salvo y Mijatovic, responsables del desastre táctico, el hundimiento físico y la desastrosa planificación deportiva respectivamente. La pena de todo esto es que, ya fuera por 1-0 ó 2-0, como acabó resultando, o por el 5-0 que festejaban con cava en la ciudad condal antes de que los jugadores saltaran al Camp Nou, al Real Madrid se le iba a juzgar al final del partido no tanto por su actitud sobre el campo sino por la distancia existente con respecto al Barça, y esa es ahora mismo de doce inacabables, abrumadores y desoladores puntos. Hoy el madridista celebra que su equipo hizo lo que, por otro lado, tendría que haber hecho en todos y cada uno de los encuentros disputados, y que al menos salió vivo de la encerrona que le habían preparado entre su ex entrenador, colaboracionista culé, y los jugadores y la afición blaugrana, pero dentro de dos semanas nadie se acordará de que el Real tenía tantas bajas como futbolistas útiles o que Drenthe pudo haber cambiado el guión del partido.
Después del Barcelona-Real Madrid vi la luz y me di perfecta cuenta de que resultará imposible evitar que haya un sector recalcitrante de aficionados, ya sean antimadridistas, luisistas o simplemente antiraulistas, que le negarán el pan y la sal al capitán del Madrid haga este lo que haga y que seguirán celebrando el hecho de que, entre unos y entre otros, le robaran una Eurocopa porque así nunca podrá presumir, como sí puede hacerlo por ejemplo Güiza, de haber ganado algo con su selección nacional. Pero yo seguiré yendo, por supuesto, a lo mío, que no es otra cosa que el firme reconocimiento público al ejemplo que, en unos tiempos además tan complicados como son los actuales para el club, continúa regalando día a día y partido tras partido Raúl González Blanco. No sé cuántos kilómetros pudo recorrer ayer el 7, ni tampoco qué tendrá que hacer para que el seleccionador español cumpla de una vez por todas con su obligación, se olvide de prejuicios y chascarrillos de barra de bar ajenos, y le convoque para jugar con España.
Después del Barcelona-Real Madrid supe que será muy difícil que esta Liga se le escape a Joan Laporta. Muy mal tiene que andar Ramón Calderón, cólicos nefríticos al margen, si se ve en la obligación de aclarar públicamente que él no está nada feliz viendo al equipo catalán tan distanciado del suyo en la clasificación general. Ya estoy imaginándome su eslogan para las elecciones de 2010: "Vota Calderón, el presidente que no se alegra con los goles de Eto'o". Si Florentino Pérez quisiera de verdad presentarse, que yo no lo creo, ya tendría hecha la campaña. A Laporta, por su parte, no le convendría que el Madrid se desplomara hasta tal punto que quedara fuera de Europa, no vaya a ser que los acontecimientos se precipiten y a los socios no les quede otro remedio que votar a alguien con dos dedos de frente. Habría que hablar con quien fuera para que al menos sostuvieran al equipo entre los cuatro primeros.