Tras la efusividad inicial y descorchadas las botellas de Champagne, convendría contextualizar lo conseguido (o, por mejor decir, lo no conseguido puesto que España quedó segunda por detrás de Francia) por nuestra selección en la Ceferino's Cup, también denominada UEFA Nations League. Encuadrada en el Grupo 4 de la Liga A, que era la división más alta según el coeficiente UEFA, la selección nacional española acabó primera tras enfrentarse a Alemania, Ucrania y Suiza. Como primera de ese grupo, España se ganó el derecho a disputar la final four, que es la competición a la que hemos acudido estos días pasados. Lo meritorio de España fue endosarle a la todopoderosa Alemania un engañoso 6-0 tras sostener un empate a uno en el Benz Arena de Sttugart. España, no nos engañemos, se jugaba el pase a las semifinales en sus enfrentamientos directos con Alemania puesto que Suiza aparece clasificada como decimoquinta selección mundial en el ranking FIFA mientras que Ucrania es vigesimoséptima. Incluso Alemania, que es decimocuarta, aparece ahí seis puestos por detrás de España. Una vez en semifinales, y tras jugar 6 partidos, España se las tuvo que ver primero con Italia, a la que venció, y en la final con Francia, con la que cayó. Con la clasificación en la mano, lo único que hizo España por encima de su ranking fue imponerse a Italia, esa fue la gran gesta. Esa y, como decía, el irreal 6-0 ante Alemania que tanto daño nos hizo en realidad.
¿Por qué digo que aquel 6-0 de hace casi un año nos hizo tanto daño? Pues porque nuestro nivel no se corresponde en absoluto con aquel resultado ni, por cierto, tampoco con el excesivo festejo provocado por disputar una final de un torneo de chichinabo sino que se ajusta más a la cruda realidad de la clasificación para el Mundial de Qatar, que sí es una cita gorda entre las gordas. Dicho quedó hace tiempo que, de existir Europa más allá de un mercado económico común, ese Mundial no debería jugarse, pero se jugará por lo mismo que se ha jugado esta patética Liga de Naciones, por el vil metal. Pero ese es otro asunto. Contextualizada la derrota (convertida aquí por los seguidores de Luis Enrique en una victoria) de España en la final de la Ceferino's Cup, la selección vuelve a habitar su piel, dicho sea esto en honor a la peli de Almodóvar, que me gustó mucho.
Ayer España perdió en Suecia. No jugó pero, al ganar a Grecia el equipo de Janne Anderson, el equipo nacional de aquel país, que tiene una tradición futbolística más bien endeble, encabeza provisionalmente el grupo en el que se encuentran la triple campeona europea y una vez mundial, la citada Grecia, Georgia y Kosovo. Esta, y no otra, es la piel que a España le toca habitar ahora mismo: somos segundos de un grupo que encabeza la decimoctava selección del mundo y en la que competimos con la selecciones cuadragésimo sexta, nonagésimo sexta y centésimo novena. Esta, y no otra, es la realidad de la selección del antimadridista. Esta. España lucha por abrirse paso en un grupo muy blandito para no quedar apeada de un Mundial desde el año de Nuestro Señor de 1974. Hablamos del siglo XX, ¿eh? España no ha faltado a un Mundial desde Argentina 78, hace más de 40 años de aquello. Eso sí, los números de Luis Enrique son muy buenos... ¿o no? Pues no, no lo son. Los números de Luis Enrique son, en realidad, horribles, los peores de un seleccionador desde que ese puesto lo ocupara José Emilio Santamaría, que de 19 partidos sólo pudo ganar 7. Salvo Santamaría, todos los seleccionadores tienen mejor porcentaje que Luis Enrique, todos. Incluído Robert Moreno. En cuanto al fútbol, fue muy bueno ante Italia, bueno ante Francia y muy deficiente en líneas generales en el resto de encuentros, tanto es así que, como decía, la potentísima Suecia nos saca ventaja en el grupo de clasificación para el Mundial.
Así que, contextualizando, podríamos decir que lo mejor que ha hecho hasta la fecha Luis Enrique es eso que algunos llaman la transición, o sea contar con otros futbolistas distintos a los Xavi, Puyol, Iniesta, Casillas, Piqué, Ramos, Villa o Alonso. Claro que, en realidad, a Luis Enrique no le quedaba más remedio que contar con otros jugadores distintos a los que ganaron el Mundial y las dos últimas Eurocopas puesto que todos ellos (salvo Iniesta, que juega en el Vissel Kobe japonés, y Ramos, que lo hará en el PSG cuando se recupere) están retirados. Bueno, Piqué sigue en activo pero retirado de España. Cualquiera en el lugar de Luis Enrique, cualquiera, se habría visto obligado a contar con otros jugadores. Cualquiera. Pero probablemente ninguno lo habría hecho enfrentando a la afición, generando la división que él ha generado y creando un caldo de cultivo anti selección que no se vivía desde la etapa de Javier Clemente. Y lo que yo me pregunto es lo siguiente: ¿Merece la pena? ¿Esta situación de enfrentamiento larvado se compensa con quedar segundos de una Liga de mentira? ¿Eran necesarias estas alforjas para un viaje tan corto y tan plagado de curvas? A Luis Rubiales sí le merece la pena puesto que fue él quien eligió al antimadridista para el puesto. A la selección yo creo que no porque, además, ¿alguien puede decirme a quién y por qué motivos razonados convocará Luis Enrique para los partidos de noviembre contra Suecia y Grecia? A Nacho ya sabemos que no y a Gavi ya sabemos que sí. ¿Y a quién más? Por cierto, que no se me olvide: enhorabuena a De la Peña que ha visto multiplicado por 10 el valor de su pupilo, desconocido para el gran público hasta hace dos días. Felicidades.