El pasado jueves dije que Juan Antonio Orenga se iría tras el fracaso del Mundial de baloncesto y ayer anunció su dimisión. De España se esperaba que jugase la final ante Estados Unidos y sin embargo perdió cruelmente ante Francia en los cuartos de final. Recuerdo que, nada más concluir aquel partido, a Orenga le preguntaron si pensaba abandonar y el ya ex seleccionador nacional de baloncesto dijo que en aquel momento el más triste era él, que era un empleado de la federación y que se abría un período de reflexión. A mí me parece que en aquel momento Orenga ya tenía decidido irse porque, por muchas vueltas profesionales y técnicas que le dieran al asunto tanto él como sus ayudantes, su resumen final del campeonato no podía diferir mucho del de un neófito en la materia.
Hubo, eso sí, un momento en el que se llegó a pensar que Orenga seguiría, y fue cuando comparó su situación a la de Vicente del Bosque: "También a él querían echarle". Y ahí no puedo estar de acuerdo con Juan Antonio Orenga, a quien sin conocer personalmente (sí le he entrevistado varias veces) considero un tipo sensato: nadie quiso echarles ni a él ni a Del Bosque pero tanto en uno como en otro caso sus resultados fueron calamitosos. A Orenga le diferencia de Del Bosque que, pese a todo, acabó adoptando una decisión coherente y digna y no se aferró al puesto y que si mintió lo hizo para no perjudicar a la selección. Vicente, sin embargo, mintió para protegerse él mismo y cuando, al final del Mundial, dijo que tenía que reflexionar ya había decidido quedarse y lo único que pretendía era ganar tiempo y que se olvidara el asunto. El "método Ferrusola", vamos.
Parece que, como la de Del Bosque, la gestión de Orenga también ha sido desastrosa hasta el punto de que algún jugador destacado, y me refiero a Navarro, llegó a referirse a la mala preparación del partido clave contra Francia. Pero no recuerdo a nadie (e invoco aquí a mi buen amigo Vicente Azpitarte, que es el que sabe de esto) que cuestionara la lista de jugadores. En el Mundial de baloncesto estuvieron los mejores, en el de fútbol no; y si al Mundial de fútbol no fueron los mejores no fue por desconocimiento del seleccionador sino por pura y dura comodidad, una inercia que acabó en debacle en la primera fase. Orenga no ha tenido suerte, Del Bosque sí la tuvo. Y, al parecer, Juan Antonio tampoco ha sabido ganarse el apoyo de los medios de comunicación. Si hoy, a estas mismas horas, no hay nadie exigiendo la lógica dimisión de Del Bosque es única y exclusivamente porque Vicente se tiró años y años sembrando y ahora recoge después de un año de barbecho.