Es mencionar a Lewis Hamilton y el blog se colapsa (como ocurría con las antiguas centralitas telefónicas por cable) y tiembla, y los lectores se excitan y te acusan de afrancesado (a pesar de que Alonso corra en Renault, pronunciese "Guenó") o te amenazan con dejarte tirado como a un perro ("él no lo haría") y te dicen que tienes oscuras intenciones cuando escribes lo que escribes. Nunca, a lo largo de veinte años de profesión, he tenido ninguna intención, y mucho menos oscura, salvo la de dar mi opinión. Hace muchos años, un oyente indignadísimo se puso en contacto conmigo cuando trabajaba en Radio España para decirme que cuánto me pagaba Lorenzo Sanz: "Porque usted cobra de Lorenzo, ¿no?"... "Por supuesto", le respondí, "de lo contrario, ¿cómo entendería usted que hablara tan bien de él?"... ¿Y cuánto cobra?... Lo digo para hacerme una idea aproximada"... "De aproximada, nada; cobro medio millón de pesetas al mes"... "¿Y Parrado?"... "Parrado, como es el jefe de deportes, se lleva un millón"... "¿Me está usted tomando el pelo?"... "De ninguna forma. Simplemente estoy atónito de encontrarme ante alguien tan perspicaz como usted".
Hace más años todavía, una persona que me quiere mucho me dijo lo siguiente: "Es que a ti te escucho cosas que no oigo en ningún otro sitio". No vayan a creerse que me lo decía para alabarme sino justamente para todo lo contrario: me quería, y me quiere, tanto, que temía que mi proximidad al toro acabara conmigo en el hospital de cualquier plaza de tercera con el escroto desgarrado y el doctor cosiéndome deprisa y corriendo. "De eso se trata precisamente", respondí, "de que oigas cosas que no oyes en otros sitios". Me gusta tanto este trabajo que considero una absoluta falta de respeto hacia los oyentes, lectores o televidentes, ponerse delante del micrófono, el ordenador o la cámara de televisión para relatar el parte de lesionados del último entrenamiento. Me dediqué a esto por José María García, y nunca estuve más de acuerdo con él que cuando dijo aquello de que "la indiferencia es el encefalograma plano del comunicador". Empecé a trabajar con Juan Carlos Balmaseda (no he visto a nadie escribir tan rápido y tan bien como "Balma") y ahora lo estoy haciendo con José Antonio Abellán: el nexo común entre todos ellos es que ninguno deja indiferente. Ese es su éxito.
El que te cedan un micrófono de la Cadena Cope o te presten un espacio en Libertad Digital debe ser algo así como que Montezemolo te llame para que ocupes un asiento libre en Ferrari y tú te niegues a ir rápido. Yo quiero ir más rápido que el que más rápido va, por supuesto; esa es mi intención, otra cosa es que lo logre. Respeto a aquellos que no se mojan ni siquiera debajo de la ducha porque ya entran a la cabina con el chubasquero puesto, pero yo entiendo este trabajo de una forma diametralmente opuesta a esa. Es cierto que ha habido un par o tres de veces en que el cuerno del toro ha pasado muy cerca, pero gracias a Dios todavía no he sufrido ninguna cogida grave. Este blog trata precisamente de eso. Perdón por la autocita. Perdón por la nostalgia. Gracias por su colaboración. Felicidades por aguantarme. Esto no ha hecho más que empezar. Ojalá tenga muchas entradas hoy porque trabajo para eso: para tener más oyentes, más lectores y más espectadores. Pero que nadie busque oscuras intenciones porque simplemente no las hay.