¿Cuántas veces habremos podido oír eso de que la final de la Copa del Rey es la "fiesta del fútbol nacional"?... Pero la del año pasado en Mestalla, con Athletic Club de Bilbao y Barcelona como protagonistas, no fue una fiesta sino una auténtica vergüenza, un oprobio, una ignominia que dio varias veces la vuelta al mundo y que fue noticia de portada de informativos y periódicos. Y por si el ridículo no fuera ya de por sí suficientemente espantoso, al Gran Hermano de la televisión pública se le ocurrió que lo mejor para todos era que nadie viera en directo los insultos al jefe del Estado, que se nos ocultara la verdad por nuestro bien, y que en cualquier caso lo preferible sería conectar con Bilbao y con Barcelona para palpar el ambiente. Pero, ¿qué ambiente había que palpar?... El ambiente que se respiró aquella noche en Valencia fue de absoluta y total hostilidad hacia todo aquello que sonara u oliera a español, hasta el punto que, en la zona ocupada por los seguidores culés, se desplegó una pancarta en la que podía leerse "we are nations of Europe, good bye Spain". En inglés, para que llegara más lejos.
Soy de los que creen firmemente que uno empieza pitando un himno y acaba grabando en vídeo una paliza a un mendigo, o al revés. Y ahora corra usted por toda Europa a contarles a nuestros socios que España no es eso y que a nosotros no nos representaban aquellos destripaterrones de tres al cuarto. El daño ya estaba hecho, de ahí que servidor prefiera que a la final de Copa lleguen equipos que presuman de su españolidad como es el caso de Sevilla, brillante campeón, y del Atlético de Madrid. Porque, en justísima correspondencia a lo acontecido en 2009, la fiesta de la final que unos cuantos pringados se enorgullecieron en boicotear el año pasado se multiplicó ayer por cuatro, por cinco, por seis... Sevillistas y atléticos dieron un ejemplo, disfrutaron (esta vez sí) de lo lindo del espectáculo y animaron a sus respectivos equipos que, por si todo lo anterior fuera poco, protagonizaron un partido intenso y de fútbol-pasión. Me entristeció un poco, eso sí tengo que reconocerlo, que, puede que en vista de lo acontecido el año anterior, la Casa Real eligiera la versión más corta del himno nacional. Me parece que la gente se quedó con ganas de tararear y de cantar a los cuatro vientos eso de "¡soy español, español, español!"...
Felicidades al Sevilla y a los sevillistas. A José María del Nido, que no ha podido estar más desafortunado en las horas previas al encuentro, prefiero que le feliciten en la radio de su club. Y felicidades también para el Atlético de Madrid. Me alegro mucho por Antonio Álvarez, que me parece un tío fenomenal, y pienso que, incluso en la derrota, también Quique Sánchez Flores sabrá encontrar un enorme motivo de satisfacción en lo acontecido ayer, en las lágrimas sinceras de sus jugadores y en el apoyo incondicional de unos aficionados ejemplares. La vergüenza de lo acontecido en Mestalla quedó inmediatamente apagada con el minuto inicial, sólo un minuto, de la gran final que pudimos saborear. Aunque conviene que nos quedemos con la copla y tengamos muy presente dónde hace noche el enemigo. Ayer leí que una plataforma catalana denominada "Vuestras lágrimas son nuestras risas" ha hecho un llamamiento para que se festejen con lanzamientos de petardos y de cohetes las derrotas en el Mundial. ¡Vaya tela!...
Posdata: Vicente del Bosque comunicará dentro de dos horas y diez minutos la lista de jugadores que nos representarán en Sudáfrica. Muchas especulaciones, rumores, pero nadie ha podido adelantar con certeza los nombres de los veintitrés. Olé por Vicente. Todos al mismo tiempo, y no como sucedía antes con los satélites de Aragonés, los mismos que luego iban cacareando las maldades de Raúl. ¡Qué barata está la carne de periodista!