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El penúltimo raulista vivo

Danzad, danzad, malditos

"L'omniprésent". Así bautizó la prensa francesa de la época a Alfredo Di Stéfano después del Real Madrid, 4 - Stade de Reims, 3 que supuso por cierto la primera de las nueve Copas de Europa que, salvo reinterpretación histórica de última hora a cargo de Joan Gaspart, continúan atesorando los blancos a estas horas de la tarde en su nutridísima sala de trofeos. Y parece que el delantero argentino se ganó con creces aquella noche, y luego muchísimas noches más, ese apelativo, aunque al final acabara calando más hondo entre la gente aquel por el cual se le sigue conociendo todavía hoy a sus ochenta y tantas primaveras: la saeta rubia. Cuentan las crónicas que ese día del Parque de los Príncipes, ante un equipo comandado por Raymond Kopa y entrenado por Albert Batteux, Di Stéfano estuvo efectivamente arriba y abajo, atacando y defendiendo, goleando y dando a sus compañeros pases de gol, insaciable, protagonista y apabullante.

La clave esencial del éxito futbolístico de Alfredo di Stéfano, que no era ni por asomo un santo ni nunca pretendió serlo, residió en que jamás, nunca a lo largo de toda su amplísima y exitosa carrera deportiva cejó en el empeño de ser el mejor; y aquel 13 de junio de 1956 no sacó los córners para luego rematarlos simplemente porque no le dejaron. ¿Egoísmo?... Por supuesto que Alfredo di Stéfano era un tremendo egoísta dentro del campo: egoísta, ambicioso y con el carácter necesario para poner a cada cual en su sitio, una combinación perfecta sin duda. De ese cóctel explosivo se benefició infinitamente su equipo y, por ende, todos sus compañeros. Di Stéfano fue omnipresente ante los franceses del Stade de Reims en el sentido de que procuró siempre "acudir deprisa a las partes que lo requieren", según exacta definición del diccionario de la lengua española. Y estoy seguro de que, si hoy pudiera y le dejaran, aún sacudiría con el garrote a más de uno.

Salvando las notabilísimas distancias existentes entre unos y otros, observo en Cristiano Ronaldo aquellos comportamientos que otros detectaron en Alfredo di Stéfano y que aún hoy seguimos comprobando en Raúl. No sé cuánto le costó a don Alfredo, si es que le costó algo, que sus compañeros dejaran de bailar el reggaeton y le acompañaran en el rock and roll, pero estoy convencido de que ese tipo de personas acaban contagiando tarde o temprano al resto en la actividad que se trate. Hoy, ahora mismo, en este momento, el equipo se le cae lamentablemente a Ronaldo. El portugués está en F.M. mientras que el resto anda aún perdido en la onda media. Sus palabras de ayer nada más concluir el milagro de la victoria por la mínima ante un Osasuna corajudo pero netamente inferior suponen una declaración de intenciones en toda regla: Cristiano asume el mando de las operaciones tanto dentro como fuera del campo. Este remake de l'omniprésent se ha puesto como objetivo enseñar al resto a bailar a los acordes de Jerry Lee Lewis. La letra y la música acabarán entrando, ya lo verán. Y quien no esté por la labor de danzar que se vaya a ver la tele. Se acabaron las pellas, Ronaldo ha llegado a la academia.

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