El otro día oí a alguien comentando en la radio pública que al Tata Martino (¿se acuerdan del Tata?) le había caído una buena por criticar el excesivo precio que se pagaba por algunos jugadores. Mentira. No hubo ocasión de afearle al ex entrenador del Barcelona que hiciera un comentario general acerca de lo desorbitado que estaba el mercado del fútbol (cuestión ésta con la que yo podría incluso estar totalmente de acuerdo) porque no fue eso lo que hizo. La que le cayó al Tata, si es que le cayó alguna, buena o mala, fue por meterse donde a él no le importaba, que era en la política de fichajes del Real Madrid, por dar su opinión sobre que el club blanco gastara cien, mil o un millón de millones en Gareth Bale y por obviar que eso mismo que él le criticaba a Florentino Pérez lo había hecho Sandro Rosell con Neymar y su papá para impedir que el primero vistiera de blanco.
Corrían los gloriosos años de los "57,1 millones y punto" por Neymar. El Pleistoceno, vamos. Rosell y Martino ya no están, ha venido Luis Enrique y Bartomeu, que podría ser compañero de imputación del ex presidente del Barça, se presenta ante la prensa como el hombre de la renovación. Increíble, ¿no?... Aunque nada tan sorprendente como que alguien afirme que Leonardo da Vinci era de Vich y que la Gioconda era en realidad la reina Isabel de Aragón. A lo que íbamos, que me pierdo: Martino se hizo el interesante (aunque omitió hablar de su propio sueldo) cuando en realidad lo que estaba haciendo no era otra cosa que cuadrarse ante su presidente por haberle regalado un caramelo que luego se descubrió envenenado ("cuando el equipo ganaba eran los jugadores y cuando perdía era yo"). Pasado a limpio: el Tata se comportó como un buen soldado culé.
Si tuviera aquí a mano el teléfono del Tata le llamaría en este preciso instante para que me contara su opinión acerca de que el Barça esté negociando con un futbolista cuya cláusula de rescisión de contrato asciende a 88 millones de euros, tres menos de los que costó Bale y siete menos de los que el Madrid pagó por Cristiano: ¿Qué dirá sobre eso el Institut de Nova Història?... El renovador (que manda carallo) Bartomeu dijo ayer que había que ayudar al chico, y Zubizarreta (¿En serio es así?) aseguró el otro día que ya había pedido perdón. El modo que ha encontrado Bartomeu de ayudar a Suárez es ayudándose a sí mismo y "cobrándole" al Liverpool 28 millones de euros por el mordisco del otro día, el más caro de toda la historia. Ya sean 88, 75 ó 60, lo cierto es que habrá que estar con cien ojos sobre esa operación para que la directiva culé no vuelva a hacernos la envolvente. El Barça no aguantaría más imputados. Aunque seguro que dentro de quinientos años el Institut de Nova Història volverá a reescribir la historia y dirá que Rosell era florentino, o sea Rossellini. Todo con tal de quitárselo de encima.