Hace setenta días que Fabio Capello prometió que su equipo jugaría bien al fútbol en cincuenta, y hace más o menos treinta que aseguró que a Ronaldo todavía le quedaban quince para estar en forma. Alguien podrá decirme, con toda la razón del mundo además, que el fútbol no es matemático, pero el tono catedrático del entrenador italiano, ese aire suyo de profesor de ética empresarial de la facultad de Negocios de Harvard, le convierten en un blanco más fácil si cabe cuando se trata de exigirle que cumpla lo prometido. Sé que Capello es considerado como un verdadero pope por muchos aficionados al fútbol, un faro capaz de iluminar sus pasos entre tanta oscuridad, quizás el último clavo ardiendo al que poder asirse tras tres insoportables años de sequía.
Nunca a lo largo de la centenaria historia madridista ha estado el Real tanto tiempo sin ganar un título, jamás. De ahí que, desmayados por encontrar tierra cuanto antes, un importante porcentaje de aficionados blancos se haya dejado seducir por la música militar de esta sirena de Pieris. La distancia que existe entre esos aficionados y un servidor es la misma que hay entre ese melómano de la Ópera que, tras quedarse sin entradas para ver La Bohéme en el Teatro Real, elige irse a un concierto de Bisbal antes que esperar otro año hasta que regrese Puccini. No creo que sea querellable que, en el Teatro Real de La Castellana, haya algunos que se conformen con una balada en falsete. Otros, por el contrario, seguimos soñando con Rodolfo, Marcelo, Colline y Mimí.
Capello no me cae ni mejor ni peor que hace diez años cuando ganó la Liga y también critiqué su estilo de jugar al fútbol. No es una cuestión personal, no, sino un asunto profesional. Y mi posicionamiento no variará tampoco con triunfos como el obtenido ayer ante el Nastic de Tarragona. El partido no me pareció mejor con el 1-3 final que con el 1-1 del descanso o el 1-0 con el que se llegó al minuto 43. Seguro que tiene que haber por ahí un mandato constitucional según el cual el Real Madrid tenga que ganar obligatoriamente todos los partidos jugando bien al fútbol. Me parece que, en vista de la complicada situación deportiva que vive el club, alguien ha preferido coger un atajo. Allá cada cual con lo que prefiera meter en su mochila. Yo, para ir de acampada, elijo el jamón serrano antes que el chopped. Y prefiero esperar a La Bohéme. Cuestión de carácter.