Del esperadísimo mensaje de Florentino Pérez en el acto de entrega de insignias a los socios más veteranos del Real Madrid me quedo con dos afirmaciones y de ellas extraigo una conclusión clara. Primero me quedo con la constatación de un hecho que, no por sabido y por repetido, deja de ser especialmente relevante en estos momentos de vaivén: los propietarios del club son sus socios y ellos deciden por supuesto quién, cómo y dónde les representa; los dueños eligieron a Florentino Pérez y éste designó a José Mourinho como entrenador del primer equipo; en el argot suele conocerse a esta práctica como "democracia" y detecto con sorpresa que suele escocer más justamente a aquellos que denominan yihadistas a quienes simplemente y llanamente no comparten sus opiniones al respecto de algunas cosas.
También me quedo con la defensa del presidente del club a su entrenador, objeto de "ataques desproporcionados e injustos". Dentro de poco habrá elecciones y bien podría Florentino haber defendido a Mourinho de aquella manera, sin mojarse, no inmolándose en aras del puro cálculo electoral o tratando de no vincular demasiado su figura a la del entrenador más mediáticamente vilipendiado de la historia del Real Madrid y probablemente de la historia del fútbol; no lo ha hecho así y se ha zambullido en la piscina junto a Mourinho, haciéndose un hueco junto a él en la trinchera y adornándose incluso con la referencia a las descalificaciones que afectan a "la dignidad de la persona". F.P. no ha hecho prisioneros colocándose del lado de su entrenador y dejándole meridianamente claro a todo el mundo que confía en su trabajo y profesionalidad.
Y la conclusión que extraigo es que el decimoctavo presidente del Real Madrid se ha puesto en su sitio y, haciéndolo tan nítidamente, ha puesto también de paso en el suyo a quienes tratan de interferir, reconducir o directamente manipular en la dirección del club sin haber pasado previamente por las urnas. Florentino Pérez ha decidido jugar no pasando y aceptando el órdago a la grande, y servidor, que le ha visto las cartas y que aunque convidado no es de piedra, sabe que es mano y que lleva cuatro reyes de primeras dadas. José Mourinho sale por supuesto reforzado tras el emotivo acto celebrado esta fría mañana madrileña de otoño, tórrida en el fondo, una de las más calientes que yo recuerdo. Como diría mi admirado Héctor del Mar, "las patatas queman". Y se agradece.