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El penúltimo raulista vivo

Cuatro días de julio

No tengo la menor duda de que nos encontramos ante los cuatro días más trascendentales de la historia del fútbol español. ¿Cuánto tiempo tardará España en volver a ser finalista de un Mundial?... Si ponemos como ejemplo los torneos de hace ocho y cuatro años, sólo Alemania ha repetido como semifinalista, de ahí el valor doble que tiene una victoria ante este equipo; más allá de la calidad de los jugadores, la potencia de la Bundesliga o el momento de forma por el que atraviesen, lo que está meridianamente claro es que el miércoles dimos buena cuenta de unos supervivientes natos, gente que sabe competir a todas horas y en cualquier circunstancia. No digo que España no pueda volver a ser finalista en 2014, lo que digo es que lo que han conseguido estos chavales es dificilísimo y ahora están a un pasito de redondear la historia.

Por otro lado, resulta absolutamente imposible abstraerse a la emoción de contemplar los balcones y los coches adornados con la bandera de España, un país unido, celebrando en San Sebastián, Barcelona, Valencia, Cádiz, La Coruña, Madrid, Gijón... A quien insiste en contemplar el fenómeno del fútbol con desprecio y por encima del hombro, como si la fiesta reuniera a un país de iletrados que se lanzan a la calle porque quieren huir del calor sahariano de sus casas, yo les digo que no existe un pegamento más sólido y un espectáculo que vertebre más a un país que el del fútbol; no hay más que ver la reacción y la cara de cochero de Drácula que se le quedó al camarada Urkulloski cuando un periodista le preguntó si él iba con España o con Holanda en la final para darse cuenta del daño tremendo, del estropicio inmenso que este éxito mundial está provocando entre nuestros archienemigos. Por supuesto que tenemos problemas muy graves, gravísimos, y quizás por eso la gente utiliza el fútbol para presurizar.

Un pasito más, sólo uno. Diga lo que diga el pulpo Paul y pase lo que pase el próximo domingo, el lunes nos iremos todos de parranda, pero sería una pena desaprovechar la ocasión y que Holanda se nos escapara viva. ¡Campeones del mundo!... Sólo de pensarlo se me pone la carne de gallina, y créanme cuando les digo que, después de todo el fútbol que llevo visto, eso es realmente difícil. Pues bien: he vuelto a botar, gritar, meterme con el árbitro, he vuelto a hablar yo sólo, he vuelto a dirigirme a los jugadores a través del televisor como si ellos fueran capaces de oír mis instrucciones, he vuelto a sudar la camiseta y acabar molido un partido como si hubiera subido tantas veces la banda como Sergio Ramos, he vuelto a tener 18 años. España me ha puesto a cien por hora, ojalá que el domingo me ponga a doscientos por minuto y que sea para bien. Un pasito, sólo uno. Está ahí, lo tenemos al alcance de las manos de Casillas y los pies de Puyol. Y luego a la explanada del Puente del Rey a gritar a los cuatro vientos eso de "¡yo soy español, español, español, español!"...

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