La crucifixión de Fernando Torres deberá esperar al menos hasta el partido contra Croacia del lunes que viene, si es que Del Bosque opta por jugar con un 9 y el elegido acaba siendo el delantero del Chelsea. Con este y con otros asuntos me sucede últimamente que tengo la incómoda impresión de que la gente prefiere tener razón al beneficio general; quiero decir que estoy seguro de que quienes frieron en la silla eléctrica al Niño por marrar tres ocasiones más o menos claras de gol ante Italia se estaban frotando las manos con su provocativa alineación pensando en lo extraordinariamente bueno que sería para ellos que el chico se estrellara de nuevo ante Given. La agitación duró 4 minutos, justo los que este crack tardó en sacarse de la manga una jugada de peligro convirtiéndola en gol, el primero de España. Probablemente volvieran a excitarse en el minuto 70 cuando, en una jugada de las suyas, corriendo al espacio libre y afrontando la suerte decisiva y solitaria del mano a mano con el portero, a puntito estuvo Fernando de controlar mal el balón. Ganó España, perdieron los antitorristas.
Lo malo de hacerse mayor es que a uno empiezan a sonarle a viejos todos los debates. Están también superados los referidos a gestos, gestitos y gestazos, de entre los cuales destaca sin lugar a dudas aquel tan reivindicativo de Míchel y su "¡me lo merezco!", fruto del hartazgo ante los mediocres; se lo merecía, por supuesto, porque también a él quisieron crucificarle con saña en reiteradas ocasiones. Entiendo que Torres haga un ademán de llevarse el índice al oído en señal de "¿y ahora qué?"; comprendo el gesto de rabia de Cesc, que se siente titular y no lo es, al marcar el cuarto de la noche; acepto el mensaje de Arbeloa, otro a quien tienen especiales ganas, a través de su twitter. Acepto los gestos de Torres, Cesc y Arbeloa pero no acierto a comprender demasiado bien a quienes les entienden a ellos pero no a Cristiano.
Yo no creo que el 4-0 le haya quitado la razón a Del Bosque, ni tampoco pienso que el seleccionador haya rectificado por la presión popular. Es tan simple como que a mí la primera parte de España ante Italia, sin un delantero centro real y verdadero, no me gustó, y sí me gustó la segunda con Torres en el equipo. Sin alharacas. No digo que Vicente acertara el domingo por alinear en concreto a Torres, aunque a mí sea el que más me gusta de los tres goleadores que tenemos, sino porque con un 9, y con Navas pegado a la banda, está claro que la selección generó bastante más peligro que sin él. No salir con Fernando ante Irlanda, después del fusilamiento al amanecer, al atardecer y al anochecer al que se le ha sometido en España, habría sido tanto como marcarle y, por ende, acabar de anularle. Ahora la selección ha ganado un partido y un excepcional delantero, dos por el precio de uno. Aunque, insisto, alguno prefiriera el fallo ante Given para demostrar lo indemostrable por falso: que Torres es un maleta.