Un día Sergio Rodríguez empezó a dejarse crecer esa barba que le da un toque tan bohemio y cargado de cierto malditismo, quizás al estilo de Alejandro Sawa quien inspirara al Max Estrella de Valle Inclán. Al contrario que la postiza que solía utlizar el campeonísimo Floyd Patterson para salir sin ser reconocido en caso de una derrota, yo creo que la del Chacho fue fruto justamente de todo lo contrario, producto de una reafirmación mental tras el amargo cáliz que le hicieron tragarse en la NBA y su comienzo ciertamente titubeante, tímido y quejumbroso en el Real Madrid, que a punto estuvo por cierto de acabar con su salida traumática del club blanco hace sólo un par de años. En realidad Sergio se había estado ocultando toda la vida detrás de un rasurado perfecto y de repente, ¡alehop!, se dejó la barba descubriéndonos su verdadero yo.
He de reconocer que al principio temí por la integridad física de Sergio y que llegara a tropezarse con la barba, cada vez más larga, en una de sus temerarias entradas a canasta pero me tranquilizó mucho el hecho de comprobar que debía tenerlo todo controlado de tanto ensayarlo delante del espejo. El pelo de su mentón empezó a estar tan poblado y crecía con tanta naturalidad y con tanta alegría que llegó un momento determinado en el que me recordó inconscientemente al náufrago interpretado por Tom Hanks, una especie de moderno Robinson Crusoe aunque sin Viernes, otro solitario como Patterson aislado en su isla de genialidad e inspiración. Inevitablemente el juego del Chacho ha acabado por crear escuela dando paso al chachismo, una corriente filosófica que va predicando por el mundo el malabarismo, el arrojo y la improvisación por encima de cualquier táctica.
Los expertos consultados no logran ponerse de acuerdo sobre cuánto tiempo más, si un mes, un año o diez, podremos continuar disfrutando los aficionados del baloncesto de Sergio Rodríguez. Lo que sabemos hoy, ahora, en este preciso momento, es que alineadas por fin las estrellas bajo la constelación de Perseo este chico está siendo capaz de interpretar este juego un día sí y otro también como John Harrison interpretaría el concierto nº 1 en mi mayor, RV. 269 de Vivaldi. Y es que, haga frío o calor, siempre es primavera en la cancha con este barbudo de Santa Cruz de Tenerife. No pestañee que juega el Chacho y se lo puede perder. El peligro vuelve a llamarse otra vez NBA y nuestro consuelo es que a Sergio, como a cualquier bohemio que se precie, el dinero le preocupa sólo relativamente.