¿Quién dijo miedo?... Yo, desde luego, jamás he pronunciado semejante palabra ni tampoco me he decidido a escribir sobre ella hasta que varios participantes del blog han deducido erróneamente que cuando servidor hablaba, por ejemplo, de un marcaje especial sobre Leo Messi lo hacía porque estaba atenazado por el miedo; ya digo que quien interpretara mi artículo de ayer en ese sentido se equivoca de medio a medio. Del mismo modo que nunca he hablado aquí de política sino de geografía e historia, ahora tampoco lo he hecho del miedo sino del realismo y de la responsabilidad, que son dos cuestiones bien distintas. Florentino Pérez debería desmontar su nuevo proyecto para el Real Madrid si a Cristiano, Alonso, Casillas o Albiol les entrara a estas alturas de repente miedo de otro equipo, por mucho que se trate del Barcelona que viene de juguetear con el Arsenal como si del Madelman trampero se tratara, o de cualquier jugador, aunque nos estemos refiriendo al futbolista que se encuentra más en forma ahora mismo.
No hablé de miedo sino de realismo. Porque una cosa fue la ilusión que generó este nuevo proyecto a lo largo de los acalorados meses de junio, julio y agosto de 2009, y otra diferente es la cruda realidad de abril de 2010, con el equipo noqueado en la Copa por el Alcorcón, traumáticamente eliminado en los octavos de final de la Champions League y, pese al liderato y el porrón de puntos acumulados, sin un patrón de juego claro, muchas veces desnortado y con un fútbol que lo apuesta todo a la fuerza de Ronaldo y a la inspiración de Higuaín. Así las cosas, y a la espera de que lleguen tiempos mejores, (que seguro que llegarán la próxima temporada) me pareció lo más lógico y natural guardar la viña liguera con grandes dosis de realismo, que no de miedo como dije antes.
Yo no hablé de recelo, aprensión o perturbación angustiosa del ánimo, que eso y no otra cosa es el miedo, sino de responsabilidad en estado puro: todos y cada uno de los futbolistas que salten pasado mañana al césped del estadio Santiago Bernabéu para defender la camiseta blanca deberán ser conscientes de que son los máximos responsables de lo que pase con el club a partir del día 11. Porque el equipo estaba diseñado para ganarlo todo y, en el caso de que el sábado se pierda o se empate, no habrá ganado absolutamente nada. Y esa será una durísima transición. Digan lo que digan Casillas y los demás, con el máximo rival por delante y el tercer clasificado perdido en el océano de los veintitantos puntos de distancia, al Real Madrid sólo le quedaría desempeñar el triste papel de comparsa: abril y tocando las palmas. Ahora mismo el Barcelona olfatea saboreando el olor del inminente bocado; a los jugadores merengues no debe sobrecogerles el temor sino que simplemente han de ser más conscientes de cuanto les rodea: el aire frío en sus pulmones y los pinos que, mecidos por el viento, se estrellan contra la apremiante noche madrileña. Su pulso debe ser firme y su forma física perfecta. Como en 300. Así sí. ¿Quién dijo miedo?... Yo, desde luego, no.