News of the World divulgó el otro día unas fotografías del deportista más importante del mundo consumiendo marihuana durante una fiesta universitaria. Michael Phelps, el nadador que logró batir el record de Mark Spitz, aparecía inhalando una pipa de agua. El pidió perdón, la Federación de Natación de Estados Unidos le castigó por la desilusión provocada en sus seguidores y la Federación Internacional, el Comité Olímpico Internacional, Omega y Speedo optaron por no retirarle su apoyo. Hasta ahora sabíamos que el joven Phelps desayunaba tres sándwiches con huevos fritos, queso, lechuga, tomate, cebolla frita, dos tazas de café, una tortilla de cinco huevos, gachas de maíz, copos de avena, tres tostadas francesas y tres tortitas con sirope de chocolate, pero desconocíamos que le gustara la marihuana. El revuelo ha sido monumental, pero, en líneas generales, la gente ha despachado el asunto con bastante benevolencia: "algo más tendrá que hacer además de dormir, comer y nadar, ¿no"... Y es que ser Michael Phelps las veinticuatro horas del día tiene que resultar realmente estresante.
Todo es cuestión del cliché. El que tenemos de la natación es positivo. Si sorprendió tanto el hecho de encontrar a un chaval de veintitrés años fumándose una pipa de marihuana (puede que solo lo haya hecho una vez) durante una fiesta universitaria es justamente porque tenemos la idea de que todos los nadadores son sanos y perfectos durante todos los días de su vida, y eso no es así. De repente me puse a pensar qré clase de reacción popular se habría producido si, en lugar de Phelps, un boxeador hubiera aparecido en la misma fiesta, fumando de la misma pipa y consumiendo la misma marihuana. Pongamos que hablo, por ejemplo, de mi tocayo Juan Manuel López, campeón del mundo del peso pluma versión Organización Mundial de Boxeo. La verdad es que el puertorriqueño da miedo: ¿qué habríamos dicho de él o de cualquier otro púgil relevante si le hubieran fotografiado exactamente en la misma situación que a Phelps?
El cliché que en general se tiene de los boxeadores es que son unos tipos medio sonados, violentos, a los que se les va la cabeza con demasiada facilidad y aparecen de repente en nuestras vidas surgidos de ultratumba. He tratado y trato con algunos boxeadores y ninguno de ellos, ninguno, responde a ese perfil. La inmensa mayoría son conscientes de lo que hacen; algunos, no todos, llevan eso que Jarabe de Palo bautizó tan acertadamente como la "marca del lado oscuro" y se muestran agradecidos y fieles al deporte del boxeo por haberles devuelto a la "cara buena del mundo". Por otro lado, no conozco personas más pacíficas que los boxeadores. En la edición española de la revista Esquire le preguntan a Evander Holyfield cómo se gana una pelea, y el ex campeón del mundo de los pesos pesados responde: "Mejor aléjate, porque nunca sabes cómo acabarán estas cosas". Es la respuesta más inteligente que recuerdo en mucho tiempo.