¿Por qué decimos que un jugador dice tal o cual cosa cuando en realidad ha dicho otra bien distinta? Supongo que un amateur de la información puede permitirse el lujo de hacerlo porque da igual pero, hombre, que lo haga un periodista profesional no está bien. No está bien que alguien que se dedica profesionalmente al periodismo insista en que Courtois ha dicho que el Real Madrid merece la Liga porque ganó un partido y empató otro ante el Barcelona, más que nada porque el portero del Madrid no dijo algo ni remotamente parecido a eso. Si, además, la productora de ese periodista es la misma que la de Real Madrid TV... la cosa empeora. ¿Y por qué amputamos unas declaraciones y las dejamos incompletas? En una discusión de barra de bar no tiene importancia pero, hombre, tratándose de periodistas... no está bien, no señor, no lo está.
Hoy se han hecho virales unas declaraciones de Mark Clattenburg, que fue el árbitro inglés que dirigió la final de la Champions de 2016 entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid. Clattenburg admite (y ahora iremos con la idoneidad de hacer unas manifestaciones así cuatro años después de un partido de fútbol) que el primer gol del Madrid, el 1-0 de Sergio Ramos, se produjo en fuera de juego, pero, y eso es lo que la mayoría de titulares cortan, añade que tuvieron fallos clave ese día (fallos, en plural) y, lo que es más grave a mi modo de ver y queda absolutamente solapado por el gran titular, que no es otro que el del fuera de juego de Ramos, sugiere clarísimamente que si pitó penalti en la acción de Pepe sobre Torres fue para compensar el error de la primera acción, que tuvieron tiempo de repasar en el descanso. Dice Clattenburg lo siguiente: "La gente pensará que es raro, porque dos errores no hacen un acierto. Los árbitros no pensamos así, pero los jugadores sí". Y, al referirse a las protestas de Pepe, añade: "Sabía que si le decía eso", o sea que el gol de Ramos había sido en fuera de juego, aceptaría la situación", o sea el penalti sobre Torres. De modo que lo más correcto habría sido titular algo así: "Clattenburg dice que el gol de Ramos fue en fuera de juego y sugiere que pitó el penalti de Pepe sobre Torres para compensar".
A mi modo de ver lo realmente grave no es que un árbitro se equivoque, no. Ni siquiera que confiese su error transcurridos cuatro años, no. Lo verdaderamente alucinante de las declaraciones de Clattenburg es que, en frío, después de comprobar que el gol de Ramos había sido en fuera de juego por centímetros y que su asistente había fallado, confiese que pitó un penaltito de Pepe sobre Torres... para compensar. ¿Es la primera vez a lo largo de la historia del fútbol mundial que un árbitro pide perdón por un error del pasado? Pues no. Por ejemplo, el Atlético de Madrid conquista su última Liga, la de 2014, gracias a un fallo garrafal de Mateu Lahoz, que anula un gol a Messi por fuera de juego cuando recibe el balón de un jugador colchonero, Juanfran. Sin el error de Mateu, que más tarde pediría perdón, aquella Liga tendría que haber sido para el Barcelona.
Y otro ejemplo más: hasta que irrumpió en nuestras vidas el ínclito Aytekin, uno de los arbitrajes más bochornosos que se recuerdan en el último medio siglo de fútbol profesional fue el del noruego Tom Henning Ovrebo en las semifinales que disputaron Chelsea y Barcelona correspondientes a la Champions de 2009. Hasta cuatro penaltis, y todos justificados, llegaron a pedir los jugadores del equipo inglés, cuatro. El árbitro ni pitó ninguno. Tres años más tarde, Ovrebo decía lo siguiente: "Mirando hacia atrás, hay ciertas cosas que debería haber hecho de otro modo. Aprendí mucho de aquella experiencia". Ovrebo aprendió mucho de aquella experiencia, sí, pero el Chelsea fue eliminado y la Copa de Europa de 2009 la ganó... ¿Quién? Pues sí señor, premio para el caballero, el Fútbol Club Barcelona. Así que la Liga de 2014 la ganó el Atlético de Madrid gracias a un error reconocido después por Mateu y la Copa de Europa de 2009 la ganó el Barcelona gracias a múltiples fallos reconocidos posteriormente por Obrevo, pero la diferencia entre Mateu, Ovrebo y Clattenburg es que sólo éste último confiesa que intentó subsanar un error... ¡provocando otro!
He vuelto a ver la final de Milán. El fuera de juego de Ramos es dificilísimo de ver y el penalti de Pepe sobre Torres es un penaltito, y además Clattenburg reconoce que lo pitó para compensar. Pero de lo que nadie habla, ni siquiera el colegiado inglés, es de que inmediatamente antes del gol de Ramos se produce un penalti claro, diáfano, transparente, límpido, cristalino, luminoso como luminosas son las mañanas de primavera, de Savic sobre el propio Sergio Ramos. Así que, siguiendo el estrafalario y complejo hilo de la compensación abierto por Clattenburg, el gol en fuera de juego del madridista fue probablemente concedido para compensar el penalti que no pitó sobre él. Ahora bien, ¿qué compensaba entonces el inexistente penalti de Pepe sobre Torres? Lo mejor, y lo peor, de todo esto, es que nada va a cambiar, todo seguirá igual: los atléticos aprovecharán las declaraciones de Clattenburg para justificar aquella derrota, los madridistas alegarán en su defensa algo muy similar a lo que acabo de explicar yo, los culés olvidarán a Ovrebo, Aytekin, Bussaca, Stark y De Bleeckere y dirán que el Madrid robó aquella Champions y, lo más importante de todo, sobre todo para un merengue, las trece Copas de Europa seguirán inalterables, inaccesibles, inmaculadas e intocables en la sala de trofeos del estadio Santiago Bernabéu. Ese, al de las 13 Copas de Europa me refiero, es el motivo de toda la discusión. Casi al final de Los diez mandamientos, cuando Moisés, interpretado por Charlton Heston, abre las aguas del mar Rojo, dice: "Contemplad la poderosa mano de Dios". Pues bien, antimadridistas: contemplad las 13 Copas de Europa. Contemplad... pero, ojo, no tocad.