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El penúltimo raulista vivo

Cholo, Koke... no hay peros

MADRID, 29/09/2024.- El portero del Real Madrid Thibaut Courtois retira un objeto lanzado desde la grada, durante el partido de la LaLiga EA Sports que Atlético de Madrid y Real Madrid disputan este domingo en el estadio Civitas Metropolitano. EFE/Ballesteros | EFE

No voy a darle mayor importancia a las psicodélicas declaraciones de Enrique Cerezo previas al derbi, esas en las que decía que el Atlético de Madrid ni es racista ni es antiracista. De verdad creo que Enrique no sabía lo que decía… una vez más. Pero a lo demás sí, el resto es gravísimo. Aunque, tal y como han captado los compañeros de Relevo, en las gradas hubo insultos racistas, en el guión que se leyó antes del encuentro a Courtois no le correspondía de ningún modo un papel protagonista sino que era un actor clarísimamente secundario. Todo estaba preparado para que el receptor de la ira fuera Vinicius, hasta el punto de que la Liga tuvo que abortar una campaña a través de las redes sociales que invitaba a insultar al brasileño yendo al campo con mascarillas. Estos valientes del Ku Klux Klan tuvieron que levantar el tenderete y borrar su rastro por Internet, dejando los perfiles vacíos en menos de lo que canta un gallo.

Decía que el papel de Courtois era secundario, era a Vinicius a quien había que machacar. En el caso del portero belga, lo normal: vandalización de su placa, insultos, provocaciones… Poco más. Justo después del gol de Militao, que a falta de veinte minutos le daba los tres puntos al Madrid, Courtois se volvió hacia el Fondo Sur, el que alberga al Frente Atlético, y entonces se produjo una lluvia de objetos. No cayó un solo objeto, no, sino que cayeron muchos. Una lluvia. Una tromba de objetos. Multitud de ellos. Quiero decirles a los creadores del argumentario que esa escena no tiene nada que ver con la de Puyol, que era un caballero, sí. Un caballero, por cierto, rodeado de impresentables como Piqué, que ya se iba lanzado a por el árbitro con el mechero (uno, un mechero y no una lluvia de ellos) para hacérselo saber. El Chiringuito desvelaba anoche que, antes del 0-1, desde esa zona del campo se cansaron de desearle la muerte a Courtois. De forma que la reacción del portero del Real Madrid estaba tan justificada como lo estvuo la de, por ejemplo, Vinicius cuando se revolvió contra quienes acababan de llamarle mono o negro hijo de puta.

Así que se cambiaron las mascarillas por los pasamontañas. Y por las armas. Mi compañero Marcos Benito descubrió ayer que uno de los detenidos portaba uno de esos cuchillos que lleva Silvester Stallone en las películas de Rambo. Pero lo peor estaba por llegar. Estaban por llegar Koke y, sobre todo, estaba por llegar Simeone. Porque la vergüenza pudo verla todo el mundo. Todo el mundo pudo asistir al bochornoso espectáculo de los jugadores del Atleti negociando con enmascarados, esa escena ha dado varias veces la vuelta al planeta Tierra. Todo el mundo pudo ver cómo, después de lo sucedido, los futbolistas se iban a ese fondo a aplaudir a la gente que allí se encontraba. Pero… ¡justificarlo! ¡Que el entrenador y el capitán del Atlético de Madrid justificaran lo ocurrido! ¡Que Simeone pidiera sanción para Courtois por girarse hacia una grada que pedía su muerte!... Eso no me cabía en la cabeza y aún hoy, transcurridas casi veinticuatro horas, sigue sin entrarme en ella. ¿Es tanto el odio que Simeone le tiene al Real Madrid como para justificar que anoche le arrojaran objetos a Courtois? ¿Qué le ha hecho a Simeone el Madrid salvo no ficharlo en su día y ganarle dos finales de la Champions? ¿Se puede vivir en ese rencor permanente? Eso no es bueno, ¿eh? El odio carcome por dentro, te envenena, es paralizante, no te deja ser feliz. Lo último que me faltaba era asistir a la conferencia sobre valores, fair play y comportamiento de Diego Pablo Simeone. Hace falta valor.

Aquí, durante mucho tiempo, se ha convertido a la víctima, que era Vinicius, en victimario. El argumento era "a otros negros no les llaman mono". A él sí se lo llamaban porque él se lo merecía, y se lo merecía porque se revolvía. ¿Cómo se le ocurría a Vinicius no admitir como un negro bueno que un indeseable le llamase mono? Imagino que anoche, en un primer instante, fue eso lo que trató de hacerse con Courtois: se lo merecía porque se giró a una grada en la que había gente con pasamontañas. Personas a las que considero inteligentes continúan defendiendo esa teoría a estas horas de la noche. Y todo por no querer poner el dedo en la llaga, que no es otra cosa que el problema que tiene el Atlético de Madrid, un problema que los dirigentes no van a resolver y que, por lo tanto, deberá ayudar a solucionar un tercero: Tebas, usted es la cabeza visible de una competición liderada provisionalmente en la clasificación por un club que pagó al vicepresidente arbitral y en la que jugadores de otro equipo van a aplaudir a encapuchados después de asistir al espectáculo indigno de un árbitro obligado a suspender el partido durante un cuarto de hora. Ellos no van a parar. Los violentos nunca lo hacen. La vía a explorar es la que acometieron Barcelona y Real Madrid. Está dicho mil veces antes que hoy. Esa escena, la escena que se vio anoche en el Metropolitano, es la del fútbol de los años ochenta. ¿Qué va a hacer Tebas? ¿Y usted, Gil, qué va a hacer? Respondo yo: nada. No harán nada hasta que haya un muerto. Miento. Si llega ese día tampoco harán nada. La nada que preside esta Liga.

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