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El penúltimo raulista vivo

"Chicarito"

Hasta hace sólo dos días, cuando se refería a él, Carlo Ancelotti decía "Chicarito": "Chicarito ha estado bien", "Qué bueno es Chicarito", "Chicarito" por aquí, "Chicarito" por allá... El miércoles, después de haber marcado un gol que vale 20 millones de euros y que supone un balón de oxígeno, el entrenador del Real Madrid pronunció bien por fin el apodo por el que se conoce popularmente en todo el mundo a Javier Hernández Balcázar, "Chicharito"; y, al finalizar el partido que clasificaba al Real Madrid para las semifinales de la Champions, nada más acabar con una de las peores rachas de resultados del equipo blanco ante el Atleti, tras hacer añicos la pandemia merengue conocida como Cholo, le susurró al oído un "te lo mereces".

Se lo merecía, claro que sí; me atrevería a decir incluso que se lo merecían los dos, el antiguo "Chicarito", el "Chicarito" ficticio que jamás existió, y el Chicharito real, el futbolista de carne y hueso que, pese a la escasez de minutos, tuvo la necesaria profesionalidad, la suficiente fe y el imprescindible amor propio como para acudir a Valdebebas en todas y cada una de las jornadas de descanso decretadas por el entrenador. Es cierto que colocando a Sergio Ramos en el centro del campo Ancelotti ha enviado un mensaje claro a dos o tres jugadores: "Vosotros no estáis para esto, os viene grande". Pero, yendo un día, y otro día, y otro más a esos entrenamientos, haciéndolo alejado de las cámaras y sin que nadie lo supiera hasta ahora, Chicharito se mandó a sí mismo un mensaje en el pasado... que le llegó el miércoles materializado en el gol probablemente más importante de toda su carrera.

Sólo hay que echarle un rápido vistazo a los tuits de algunos periodistas deportivos cuando Chicharito fichó por el Real Madrid y lo que estos mismos periodistas deportivos dijeron el miércoles, nada más marcar el gol de los 20 millones de euros, para darse cuenta de que esta profesión no puede caer más bajo. O a lo mejor sí. Se me está ocurriendo que a alguien pudiera ocurrírsele, por ejemplo, localizar a los abuelos del chico en Méjico para que dijeran algo parecido a esto: "Los tiempos de Dios son perfectos". Los de Dios sí, los del periodismo deportivo español, que lleva maltratando a Chicharito desde que llegó, que se ha burlado de él hasta la saciedad, definitivamente no. Lo de Ancelotti fue un simple despiste, lo otro es mala intención.

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