Cuando uno es un símbolo es un símbolo. Y, trasladado al mundo del fútbol, la dimensión del símbolo que uno sea no depende del tamaño del club al que haya pertenecido ni de la repercusión periodística que tenga lo que allí haya acaecido. Por ejemplo: Matthew Le Tissier perteneció toda su vida al Southampton, un club muy pequeñito si lo comparamos con Liverpool, United, City o Chelsea; Le Tissier fue fiel a su pequeño equipo, jugó allí durante dieciséis años e incluso llegó a ser internacional con Inglaterra. Matthew Le Tissier es un símbolo para los seguidores del Southampton y lo seguirá siendo independientemente del espacio que a diario le dediquen al club The Sun, BBC, Mirror o Sky, y eso es así porque el corazón tiene razones que la razón no entiende. Le Tissier no es un simbolito pequeñito porque el Southampton no haya ganado nunca la Premier; Le Tissier es un símbolo a la altura de David Beckham.
Sin embargo aquí, en España, el periodismo deportivo distingue entre símbolos, simbolitos y simbolazos dependiendo de lo que veas al asomarte a la ventana; si, por ejemplo, te asomas y ves la Parroquia de los Sagrados Corazones, el jugador en cuestión es un simbolazo, intocable, inalterable, insustituible; pero si al asomarte ves el río Manzanares, entonces eres un simbolito, sustituible, arrinconable, intercambiable. Resumiendo, que es gerundio: del tiempo que el periodismo le ha dedicado a sus respectivas suplencias deberíamos deducir que mientras que Iker Casillas es un simbolazo del Real Madrid y de la selección nacional, Fernando Torres es un simbolito del Atlético de Madrid, y eso que ambos han ganado para España un Mundial y dos Eurocopas. Lo que yo vengo a decir aquí es que el tamaño no importa.
Torres es un símbolo, y no únicamente de su club, del Atleti, sino de la selección nacional. Simeone le mandó primero al banquillo, luego a la grada y ahora, según parece, le ha confirmado que no seguirá. Dejando a un lado los motivos deportivos que el Cholo tenga para adoptar semejante decisión, si a un símbolo hay que tratarle de un modo distinto que a un futbolista que no lo es, aquí hay algo que tiene que decir cuanto antes el periodismo deportivo... y la grada. ¿Con quién está la grada, con el símbolo o con el entrenador?... Están muy bien los tímidos cánticos del minuto 9, pero... ¿qué va a hacer la grada del Calderón para proteger a su único símbolo en activo? ¿Y el periodismo, qué va a hacer el periodismo?... Si el periodismo no mueve ficha, si el perioatletismo se queda quieto como una estatua de sal, si no da ya un paso al frente para impedir que se dañe al símbolo Torres cuando sí se mojó por el símbolo Casillas, yo, sinceramente, me llevaré una decepción enorme porque llegaré a la triste conclusión de que aquí nunca importaron ni los símbolos ni los simbolitos ni los simbolazos sino el nombre y el apellido del entrenador que, casi a diario, se ve obligado a tomar la dolorosísima decisión de decirle a la cara a un futbolista que lo ha sido todo eso de "se acabó, tu tiempo pasó, lo siento mucho". Viene siendo así desde que el fútbol es fútbol, aunque durante un tiempo quisieron hacernos creer que el primero... fue José Mourinho.