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El penúltimo raulista vivo

Calan, mamá UEFA te mima

Miguel Ángel Gil Marín, consejero delegado del Atlético de Madrid. | <span>EFE</span>

De repente, y a propósito del rechazo que, según él, sintió que se producía entre la masa social colchonera a propósito de la participación del Atlético de Madrid en el proyecto de la SuperLiga, a Miguel Ángel Gil le importa lo que piense o deje de pensar su afición. Cuando, tras el cambio de estadio, al nuevo decidieron llamarlo Wanda por asuntos de patrocinio, se produjo una rebelión entre muchos socios a los que no gustaba para nada el nuevo nombre y querían bautizarlo como Estadio Luis Aragonés, pero los dueños del club hicieron lo que ellos quisieron razonable hacer. Cuando, y acerca del cambio de escudo, la afición protestó indignada por el nuevo diseño, Gil y Cerezo hicieron lo que ellos creyeron conveniente hacer. Tampoco gustó el cambio del viejo Calderón al nuevo Metropolitano y éste cambio se llevó a cabo. Así que cuando, para defender su actitud cobarde, Miguel Ángel Gil trata de escudarse en la afición, miente... una vez más.

Sería, de hecho, la primera vez que los dueños del equipo colchonero hicieran caso a sus seguidores. Recientemente, y por poner sólo un ejemplo más, se produjo una corriente negativa mayoritaria a propósito del regreso de Griezmann, pero Simeone lo pidió y, pasando por encima de los aficionados, Antoine volvió a enfundarse la camiseta del Atleti. Cuando Gil se parapeta en eso que da en llamar el "fútbol tradicional" y, para justificar su lamentable actitud, hace pública su inquietud acerca de que la SuperLiga pudiera ponerlo en un serio aprieto, lo que hace el hijo de Jesús Gil es llegar 30 años tarde puesto que el fútbol tradicional era de la gente y, desde 1992 y con la aprobación de la Ley del Deporte, pasó a ser de los dueños ricos de los clubes y no de sus humildes seguidores, que son un doble cero a la izquierda. El Real Madrid sí sigue siendo de sus socios, que cada 4 años votan para elegir a su presidente, el Atleti no, el Atleti es de Gil y de Cerezo y por eso Gil y Cerezo cambian de escudo o de campo independientemente de lo que piensen o dejen de pensar los aficionados colchoneros. Lo que defiende Florentino es precisamente el retorno del fútbol tradicional, lo que defiende Gil es el interés comercial del consejo de administración que él mismo encabeza.

Yo no entiendo que, al decir que si le obligan a elegir entre papá o mamá se irá de casa, el CEO del Atleti esté amenazando a nadie porque él ya eligió. Gil eligió a mamá UEFA y tita Liga y le pegó con la puerta en las narices a Papá Real Madrid. O sea que, además de traidor, Gil ha sido profundamente egoísta. Si el divorcio es amigable y papá y mamá acuerdan la custodia compartida, no pasa nada y cada 15 días el niño pasa de un domicilio a otro. Pero si el divorcio amenaza tormenta, como es el caso, y el niño malcriado tiene que elegir entre una madre todopoderosa y que puede darle todos los caprichos y un papá con bastantes menos recursos, el niño optará por la mamá, que es lo que hizo el Atleti. Ese retorno al fútbol tradicional que, en el fondo, preconiza y lidera el Real Madrid, va a ser doloroso y traumático, complejo y difícil, muy amargo y solitario, y el Atleti (o sea, Gil) quiere abrir los regalitos ya sin tener que esperar al día de Reyes. Y los ha abierto, Gil ha abierto sus regalitos en forma de sendas vicepresidencias tanto en la Asociación de Clubes Europeos como en la Liga. Jesús Gil no sólo no se ha ido de casa sino que ha optado por quedarse en el castillo de mamá. Y, entre el castillo de mamá y papá, ha abierto una zanja que ha llenado con agua y dentro ha metido a cocodrilos.

Tratando de justificar su actitud cobarde, escudándose en unos aficionados a los que lleva tiempo dando la espalda, sugiriendo que él es un rebelde, el nuevo enfant terrible del fútbol español, una suerte de James Dean colchonero cuando, en realidad, no es más que un profundo inmovilista y un tipo ciertamente acomodaticio que se lo ha encontrado todo hecho y que espera seguir al plato y a las tajadas después de ponerle una vela a Dios y tres al diablo, lo que hace Miguel Ángel Gil Marín es tomarnos a todos por tontos, y eso sí que no, por ahí no paso. Que tome por tontos a los socios y aficionados del Atleti a los que lleva sin hacer caso desde hace 30 años tampoco me parece bien pero, en último extremo, es su problema. El que me tome por tonto a mí es el mío. Gil y Cerezo han dejado solo al Real Madrid intuyendo que así lo iban a tener más fácil. Colocándose del lado del poder establecido, traicionando al amigo que luchó por su beneficio en contra de la opinión mayoritaria del G-12, los propietarios del Atleti se han resituado y lo han hecho alineándose con el más fuerte. Es justo ésa la diferencia que existe entre un líder y un aguador, al líder no le asusta la soledad ni la responsabilidad y cuando tiene que tirar hacia arriba, tira sin pensárselo dos veces. No pasa nada, el Real Madrid tiene unos pulmones lo suficientemente fuertes y un corazón bastante grande como para volver a ascender solo una vez más al Tourmalet. Lo lleva haciendo así desde hace 120 años. Eso sí, querido Gil, cuando cambien las tornas y tengas que irte del castillo de mamá por embargo, olvídate de papá y vete de alquiler tú solito, que ya va siendo hora después de tantos años.

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