El sabrá lo que hace, o no lo sabrá, pero Pedro Muñoz se equivoca lamentablemente al dejar al zorro al cuidado de las gallinitas. Emilio Sánchez Vicario decía el otro día, supongo que en referencia a sí mismo y a su situación, que "siempre tiene que haber una cabeza de turco", cuando en toda esta historia han abundado las cabezas, sí, pero de chorlito. No había más que escuchar al propio Muñoz a la salida de la reunión en la que se eligió a Madrid como sede de las semifinales de Copa Davis contra Estados Unidos del próximo mes de septiembre: "no hay mejor venganza que el perdón"... ¡Toma ya!... Lee Van Cleef no habría resultado tan creíble. Aunque la clave del asunto se encuentra en esas declaraciones de Vicario a las que antes hacía referencia. En otro momento de la conversación con el periodista de Radio Marca, el capitán de Copa Davis dice textualmente lo que sigue: "el problema no es tanto la altura como la promesa del presidente". Ahora sí que no entiendo nada.
Vamos a ver, ¿no se había montado toda esta infame cacerolada por los famosos 655 metros de altura de Madrid y porque no había que darle ventajas a nuestro rival? ¿No era el interés deportivo general, el de todos y cada uno de los españoles, el que primaba sobre el interés individual? ¿Cómo es posible que Vicario admita ahora, después de lo que ha llovido durante toda la semana, que el problema no era "tanto" la altura como la promesa de Muñoz? Si el problema no era tanto la altura es que el problema era otro distinto y que, tal y como dije el otro día, los tenistas han querido aprovechar que el río Manzanares pasa por Madrid para exponer todas sus reivindicaciones. Una de esas promesas incumplidas de Muñoz ya no tiene solución, o quizá sí, porque atañe directamente a Emilio Sánchez Vicario. Los jugadores no querían ni en pintura al hermanísimo, ellos siempre apostaron por Albert Costa, pero Muñoz impuso el criterio de la federación y tuvieron que comérselo con patatas. La lista de supuestos desagravios resulta interminable y, aunque no me referiré a todos ellos aquí, afectan fundamentalmente a lo mismo de siempre: money, money y más money. Así de claro.
No hacía falta que viniera Javier Duarte, director técnico federativo, a confirmarnos lo que ya sabíamos: las opciones de Estados Unidos contra España en tierra batida, se juegue la eliminatoria donde se juegue, son mínimas. El ponía como ejemplo Bogotá, que está 1985 metros más alta que Madrid, y decía que si las semifinales se disputasen allí, Estados Unidos tendría pocas posibilidades de derrotar a España. Lo que más me fastidia es que se haya utilizado a Madrid y a todos los madrileños. Eso y, por supuesto, la "intervención" del secretario de lo que nos queda de Estado para lo que nos queda de Deporte. Cuando supe de la irrupción en escena de Lissavetzky me dije para mis adentros: "ni Madrid, ni Benidorm, ni Gijón, las semifinales se juegan en Kuala Lumpur, veintidós metros de altitud sobre el nivel del mar". Gracias a Dios, Lissavetzky no tocó nada y se conformó con lo de siempre: hacerse la foto. Quedó muy bonita. Le pondrá un marco. De plata, por supuesto. De Pedro Durán, naturalmente. ¿Será por dinero?