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El penúltimo raulista vivo

Brindaría por Abel, pero...

Hace ahora justo tres semanas, las que van desde el torpedeo de Javier Aguirre desde dentro de su propio vestuario hasta el partido ante el Oporto en la Liga Europea de Campeones, comentaba aquí mismo que si Abel era capaz de demostrar que podía jugar mejor al fútbol con Ujfalusi, Heitinga y Banega, simplemente brindaría por él. Y ahí sigue la botella de cava, triste y solitaria, por supuesto sin abrir, esperando en la nevera para ser descorchada, haciendo tiempo mientras los complejos concetos de Abel, ese atlético de toda la vida, terminan por calar entre todos los jugadores de la plantilla. Si el Atlético presiona más arriba, que era una de sus promesas al llegar, no nos hemos dado cuenta de ello, y si Agüero es más feliz con el toledano de lo que lo era con el mejicano, que fue otra de sus propuestas, la verdad es que el chico lo disimula muy bien, tanto como para que el abuelo paterno de Benjamín se haya dado esta mañana una vuelta por el Cerro del Espino.

Tampoco hacía falta ser Protágoras para darse cuenta de que el problema del Atlético de Madrid no estaba en el banquillo. Para no darse cuenta, sin embargo, sí era necesario realizar el ejercicio de girar la cabeza para mirar hacia otro lado, sumarse al aquelarre, coger una de las teas encendidas, enfilar hacia el domicilio privado del vasco, exigir su cabeza y promocionar con decisión al salvador Abel como el nuevo Bill Shankly de Velada. Pero, amiguismos al margen, no era tan complicado darse cuenta de que el ex portero lo iba a tener tan fácil o tan difícil como lo había tenido su antecesor en el cargo, ni más ni menos, ni menos ni más. Si alguien supo sacarle precisamente partido a esa plantilla, muy potente del centro del campo para arriba pero sumamente frágil defensivamente hablando, fue Aguirre, el único entrenador rojiblanco desde Antic que ha ido cumpliendo los objetivos pactados al comienzo de la temporada.

La intervención de Abel anoche en El Tirachinas resultó triste y desalentadora. Reconoció públicamente que el equipo no daba más de sí y, como quien no quiere la cosa, le endilgó el muerto del paupérrimo estado físico de sus jugadores... ¿a quién?... Por supuesto: a Javier Aguirre. Pero para realizar este viaje no nos hacía falta ir hasta Castellón a por estas alforjas. Es posible que Aguirre dijera alguna vez que sus jugadores no daban más, aunque yo no lo recuerde. Sí le he visto sin embargo mil veces dando la cara por ellos y admitiendo su culpa tras una derrota, hecho inédito en el fútbol mundial y en la vida en general. Por supuesto que Aguirre se habrá equivocado muchas veces, pero, tras clasificar al Atlético para la Champions doce años después de la eliminación ante el Ajax de Amsterdam, merecía sentarse en el banquillo durante la eliminatoria contra el Oporto. A pesar de lo cual, la botella de cava sigue esperando en la nevera. Quiero brindar, pero no me dejan.

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