Ayer, a través de su perfil oficial de Twitter, Iker Casillas, portero del Oporto, sugirió que el Sporting de Portugal gozaba del beneficio arbitral. A mí me pareció curioso que Iker, que cuando aquí pintaban bastos con el Barça se negó en redondo a dar medio paso hacia adelante cuando se le pidió, se le rogó, se le imploró casi por parte del equipo técnico que lo hiciera, pusiera un tuit así yendo mucho más allá en dos años de lo que jamás había ido en veinte en el Real Madrid. Como me pareció curioso lo dije, dije que me parecía curioso, y Casillas me contestó que eso era una bobada que probablemente me estaba escribiendo alguien, no sé si apuntando a José Mourinho, a Florentino Pérez o a otros. Bien por Iker, que no rehúye la pelea... ahora puesto que, como ya digo, aquí la esquivó cuando silbaban las balas. Arrepentidos los quiere Dios.
Volveré a repetir lo que ya he dicho y escrito otras veces y que, de nuevo, probablemente caiga en el olvido. Admiré a Casillas, le consideré el mejor portero del mundo, le estoy infinitamente agradecido por todo lo que le dio a mi equipo, que es el Real Madrid, y certifiqué que, llegado un momento determinado, se le pasó el arroz para competir al máximo nivel, dejó de ser el mejor y hubo un entrenador que tuvo el coraje y la gallardía de enfrentarse con todos sus groupies periodísticos, con los que al final perdió la batalla. Dije, y aún lo mantengo, que Casillas no iba a ser un buen suplente, circunstancia que sufrió en sus propias carnes un buen amigo suyo, Vicente del Bosque, con quien se las tuvo tiesas por no alinearle. En definitiva: Iker fue el mejor portero del Real Madrid y un capitán horroroso.
Yo no tengo amigos en el fútbol y eso me permite poder decir siempre lo que me venga en gana con absoluta libertad. No tengo amigos... ni quiero tenerlos porque me generaría un conflicto interno que prefiero no experimentar. Comprendo que los groupies periodísticos de Iker lo pasen mal cuando alguien recuerda la verdad de lo que sucedió, entiendo incluso que tengan que posicionarse con un comentario, un retuit o, ahora que está tan de moda, un "me gusta", pero las lecciones de periodismo se las tienen que dar a otros, quizás a ellos mismos. Yo debo ser honrado primero conmigo mismo y después con mis oyentes, lectores y telespectadores, no represento jugadores, ni tengo que orquestar insultos a Mourinho, ni me veo en la difícil papeleta de pedirle a un grupo de aficionados que grite "¡Messi, Messi, Messi!" a la llegada a su hotel de la selección de Portugal. El periodismo, creo yo, consiste también en eso, en decir lo que uno piensa, denunciar aquello que le parece injusto y no plegarse por una comida, un abrazo, una foto y una filtración. Mal, groupies, mal. Volved a la Facultad. Reciclaos.