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El penúltimo raulista vivo

Bandera amarilla: sonó dos veces el apellido Simeone

Sólo se han jugado tres jornadas de Liga y el Atlético de Madrid ya se encuentra a 8 puntos de Real Madrid y Fútbol Club Barcelona, 6 del Valencia y 5 del Sevilla. No sería en absoluto temerario afirmar por mi parte que, a falta de 35 jornadas por disputarse, el Atlético ya no puede ser campeón de Liga. Es triste pero es así. Probablemente Valencia y Sevilla tampoco lo sean pero al menos ellos están a 2 y 3 puntos respectivamente de los líderes, pero es que conceder 8 puntazos de ventaja a los dos favoritos destacados es "demasié" para el cuerpo porque eso quiere decir que Madrid y Barça tienen que pinchar tres veces para que les alcance el Atleti. Más difícil incluso que eso, más complicado que estos dos equipos fallen al unísono, me parece el hecho de que el Atlético no vuelva a caer en los errores de antaño. Da la sensación de que el Atlético de Madrid se ha quedado dormido en el campamento base mientras el resto va ascendiendo diligentemente a la cumbre del Everest, madridistas y culés con el oxígeno de los millones y el resto a pulmón libre.

No es por tanto de extrañar que empiecen a sonar nombres de candidatos para sustituir a Abel. O, por mejor decir, no es de extrañar que empiece a sonar con insistencia el nombre de quien lleva siendo candidato a sustituir a cualquier entrenador del Atlético de Madrid, también a Aguirre en su día. Si pronuncias una vez el apellido Simeone en el estadio Vicente Calderón es que las cosas van regular. Si pronuncias dos veces el apellido Simeone es que las cosas van mal. Si pronuncias tres veces el apellido Simeone es que las cosas van fatal, se han puesto en contacto con el representante de Diego, este ha dicho que sí y coge el próximo avión hacia España. Simeone es al Atlético lo que las banderitas verde, amarilla y roja a las playas; unas hemorroides -¡lo siento Cholo pero tenía que colarlo en alguna parte del artículo!- en el trasero del técnico rojiblanco de turno, se llame como se llame. Y su apellido ha sonado dos veces.

Agrava sin duda la situación de Abel el hecho de que entre la bandera amarilla ("precaución, especialmente con menores y personas mayores") y la roja ("prohibido bañarse") haya aparecido Enrique Cerezo dándole al veleño la extremaunción al afirmar que es el técnico que querían y que estará en el Atleti toda la temporada, que es, coma arriba y acento abajo, exactamente lo mismo que dijo de Aguirre para luego finiquitarle a las primeras de cambio. Doblan las campanas por Abel y debo decir que, del mismo modo que no me pareció justo que guillotinaran al hombre con el que el club regresó la Champions después de un viaje sin retorno de diez años, ahora tampoco me parecería correcto que lo hicieran con Resino. En primer lugar porque, como bien saben los seguidores del blog, los jugadores son siempre los máximos responsables de estas situaciones. Y en segundo lugar, pero no por ello menos relevante, porque tengo enfriando en la nevera desde hace un montón de tiempo una botella de champagne con la que quiero brindar por Abel, Sabas y Santi Denia. A ver si por fin...

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