En la semana del partido que a buen seguro decidirá la Liga española de fútbol resulta inevitable, ahora sí que sí, que acabemos comparando el estado de forma y las sensaciones que transmiten tanto Real Madrid como Barcelona. De hecho se viene haciendo desde que empezaron esta y otras Ligas anteriores, casi todas en realidad, porque los dos clubes son archienemigos deportivos desde tiempos inmemoriales y suele decirse eso de que "la crisis viaja en Puente Aéreo", pero la temporada 2009-2010 está siendo muy especial por varios motivos: porque el Barcelona viene de ganarlo todo en el que ha sido sin dudarlo el mejor año de su centenaria historia, porque el Real Madrid ha realizado una fortísima inversión económica con objeto de frenar en seco al equipo de Pep Guardiola, porque el vigente campeón sigue jugando al fútbol como los auténticos ángeles mientras que el aspirante, pese a los cracks fichados y el espectáculo anunciado, sigue sacando sus partidos adelante de aquella manera y porque ambos equipos llegan empatados arriba del todo con una cantidad de puntos realmente estratosférica y han abierto un socavón entre ellos y el tercer clasificado, un abismo con respecto al cuarto mientras que del resto les separa un agujero negro, lo que ha supuesto que a nuestro campeonato, hasta ahora apellidado "de las estrellas" con mucho orgullo, empiece a conocérsele por ahí despectivamente como "escocés".
No podemos olvidarnos de otras dos circunstancias especialmente sangrantes para los merengues: el Barcelona ganó (humilló más bien) la temporada anterior al Real Madrid en el Santiago Bernabéu por 2-6, y lo que en principio debía constituir una buena noticia (la concesión por parte de la UEFA al estadio madridista de la final de la Champions) ha acabado transformándose en un paquete bomba abandonado en la calle Padre Damián puesto que el club catalán va lanzado y como una flecha a por su cuarta Copa de Europa... ¿Señeras en La Cibeles?... Al Barcelona de Guardiola, y a las pruebas de lo acaecido en el Camp Nou el sábado me remito, parece salirle todo y da igual que juegue Pepito o que lo haga Juan, mientras que el Real Madrid sigue en construcción en abril y viene de protagonizar (eso sí, con nueva victoria) uno de los partidos más tostones que se recuerdan en El Sardinero.
Releo unas declaraciones realizadas por el profesor Wenger antes del partido de Champios del Emirates y no puedo por menos que sonreirme: "saldremos valientes y al ataque". El entrenador del Arsenal definió después lo sucedido como "una tormenta" y Almunia confesó que a lo largo de toda su carrera deportiva nunca le habían llegado tantas veces en tan poco tiempo. La pregunta del millón, vistos todos y cada uno de los precedentes, sería la siguiente: ¿cómo debería jugarle este sábado el Madrid al Barcelona, al ataque, fiel a su tradición de llevar siempre la iniciativa, o replegadito atrás, muy juntito, apretando los dientes durante los noventa y tantos minutos que dure el partido?... La táctica de Pellegrini, y se volvió a comprobar ayer ante el Racing, no ha avanzado desde septiembre más allá del "balones al potro"; el potro galopa libre y salvaje, el potro recibe, el potro regatea, el potro se lo guisa y el potro se lo acaba comiendo. Es triste esto que voy a decir: yo creo que el próximo 10 de abril hay cosas más importantes en juego que la tradición y el estilo; el Real Madrid ha de ser pillo y un poco golfete si quiere ganar el partido y, por ende, la Liga; se equivocaría si ahora, en aras de las exigencias de su público, de una posible vendetta y del escenario en el que se va a cocinar todo, quisiera cambiar de repente de guión ante el partenaire más incómodo del mundo. Pellegrini ha de seguir a lo suyo: intentar no encajar goles y balones al potro. Ya trotará él por el resto.