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El penúltimo raulista vivo

Bale: inoportuno, desagradecido y provocador, in that order

Inoportuno, desagradecido y provocador, in that order. Eso es lo que a mí me pareció el hecho de que Gareth Bale apareciera con una bandera en la que podía leerse Gales, golf, Madrid, en ese orden. Inoportuno, sí, profundamente inoportuno puesto que el gesto de Bale llega en un momento de muchísima tensión, con el club tratando de desembarazarse de él a toda costa y, a lo que se ve, sin demasiado éxito. Desagradecido, sí, muy desagradecido puesto que, encierre o no encierre un mensaje oculto, Bale aviva la llama de un incendio que sólo un ciego o alguien que no quiere darse cuenta de la verdad de lo que pasa puede justificar o eludir. Y, por supuesto, provocador, tanto como para que ya pensemos directamente que todo corresponde a una burda maniobra del representante del futbolista que trata de forzar al Madrid a quitarse de encima a su representado a coste cero.

Yo no era de Cristiano, yo era del Cristiano que jugaba en el Real Madrid porque yo soy madridista. Cuando Cristiano dejó de jugar en el Madrid yo dejé de ser de Cristiano y pasé a ser de Jovic. Pero incluso estando en el Madrid y llevando la camiseta de mi equipo, a mí hubo algunos momentos protagonizados por Cristiano que me parecieron francamente desafortunados por su parte, y así lo dije. Mi agradecimiento a Cristiano será eterno pero metió la pata muchas veces, del mismo modo que la ha metido Sergio Ramos, que es el primer capitán de mi equipo. Hay madridistas que no tienen empacho en criticar a Cristiano, que ya no está, y en sacudir a Ramos, que sigue aquí, pero que, por afinidad o gusto estrictamente personal, están dispuestos a transigir por ejemplo con Bale hasta límites insospechados. No es mi caso, no tragué con Cristiano, antes que él no tragué con Casillas, después de él no tragué con Ramos y ahora no trago con Bale. Y no trago porque no tengo tragaderas.

Y, por cierto, y aunque no tendría que entrar en estos debates tan burdos, mensaje para los listillos: el 30 de octubre, y hace de esto veinte días escasos, firmé en el diario Marca un artículo titulado "Lo último que hemos sabido de Gareth Bale es que se come a los niños crudos de tres en tres"; el 30 de octubre llevaba cuatro meses sin acudir a Real Madrid TV, cuatro, de modo que sí, efectivamente mi opinión sobre Bale ha variado de veinte días a esta parte, pero no porque ahora no me inviten a Real Madrid TV J.J. Santos y Manu Carreño, esos grandes madridistas, sino simple y llanamente porque la postura de Bale es indefendible. Nunca pregunté por qué no iba a Real Madrid TV, luego tampoco pregunté por qué fui y ahora no voy a preguntar por qué he dejado de ir. Sinceramente, en este momento de mi vida, y espero que no parezca pretencioso, cambio tiempo por dinero.

Me hacen mucha gracia los madridistas que justifican todo lo que hace Bale bajo el argumento de que no se entera porque, si es cierto que no se entera, Gareth está confirmando lo que mucha gente dice de él, que es un marciano, un extraterrestre. En realidad todos los futbolistas profesionales lo son porque viven en otro planeta, pero Bale especialmente. Ha habido compañeros míos a los que respeto y quiero, como José Luis Sánchez o Arancha Rodríguez, que han justificado el gesto de Bale de anoche como un mensaje a la prensa, pero yo no puedo recorrer con ellos ese trayecto. Ya no. Ayer no fue un periodista quien le dio a Bale la bandera. Ningún periodista imprimió la leyenda. No fueron periodistas deportivos españoles los que celebraron la broma ni en el estadio se jaleó y se cantó por parte de la Asociación de la Prensa Deportiva de Madrid. Bale, y eso sí lo reconozco, ha recibido ataques injustificables pero lo de ayer no le hace daño al periodismo, no, le hace daño al Real Madrid, que le paga a este caballero 12 millones de euros netos al año por jugar al fútbol.

Lo que debería hacer Gareth Bale es entrenar duro, jugar bien y marcar muchos goles con el Real Madrid, y por este orden, y lo que hace, y por este orden, es irse del estadio diez minutos antes de que acaben los partidos, marcharse con su fisio sin informar a su entrenador y confirmar que su club, el que le paga, está por detrás de Gales y del golf. Lo que, para evitarle más problemas a su club, tendría que hacer Bale, y por este orden, es callarse, trabajar y no darle tres cuartos al pregonero pero, sin embargo, lo que ha conseguido es, y por este orden, convertirse en un problema, ir de incendio en incendio y hartar a la afición madridista... salvo a ese grupúsculo obstinado en defender a un jugador por encima del club. Inoportuno, desagradecido y provocador, in that order. Sólo un ciego no lo ve. O un fanático.

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