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El penúltimo raulista vivo

Aunque ya no sea noticia

Anoche estuvo con nosotros en El Tirachinas Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español. Creo que Blanco ha sido un magnífico presidente del COE e imagino que, si no sucede nada extraño, será otra vez candidato a la presidencia en 2009 y seguirá otros cuatro años más al frente del olimpismo español. Es un hombre que siente verdadera pasión por la tarea que desempeña y sólo el entusiasmo que transmite ya valdría dinero en los tiempos que corren. Aunque mi valoración de la gestión de Alejandro Blanco al frente del COE no me impide, por supuesto, divergir con él en algunas cuestiones. Es posible que él, por el cargo que ocupa, no pueda decir algunas cosas que quizá le apetecería decir, y esa es la ventaja que yo tengo con respecto a él porque a mí me sucede justamente todo lo contrario y es por la posición que ocupo que puedo y tengo que decir algunas cosas.

Una de ellas es la idoneidad de la designación por parte del Comité Olímpico Internacional de Pekín como sede de los pasados Juegos Olímpicos. El establishment del deporte se tiene muy bien aprendida la lección y, como si de un sólo hombre se tratara, tira de manual para repetirnos machaconamente eso de que los Juegos son para los deportistas, que la influencia de los mismos en la calidad de vida de los ciudadanos chinos se podrá ver con más nitidez cuando pase el tiempo y que las reivindicaciones que se produjeron parecían prefabricadas con objeto de estropear la competición. Y no es que no entienda perfectamente el empeño y la dedicación que pone un deportista que se deja la piel con objeto de acudir a una cita olímpica, lo que ocurre es que, colocados en un fiel de la balanza el esfuerzo, la superación y el interés del deportista, y en el otro el sufrimiento del torturado, del ajusticiado, del perseguido o del represaliado, yo, si he de ser sincero conmigo mismo, me quedo sin pensarlo dos veces con la defensa a ultranza de los derechos universales del hombre. Y si, con objeto de defender con más efectividad esos derechos, alguien decide aprovechar el eco de unos Juegos Olímpicos, yo firmaré sin dudarlo a pie de página.

Para llegar a la conclusión de que la elección de Pekín como sede de los Juegos fue un error del COI no hace falta esperar un año o dos, y además conviene repetirlo ahora, cuando la llama olímpica está apagada y los derechos humanos en China más pisoteados si cabe que en agosto, no vaya a ser que, si dejamos pasar más tiempo, nos digan que ya sólo interesa Londres 2012, y la justicia y la libertad individuales están pasadas de moda y se llevan otras historias más in. Lo único cierto es que hoy, aparcada la llama, silenciados los clarines, cerrados los estadios y colgadas en un cuadro las medallas obtenidas por Michael Phelps, el Gobierno comunista de la República Popular de China se ha decidido a represaliar, con más saña si cabe que hace cuatro meses, a aquellos que piensan, sienten, sueñan o creen en otra cosa que no sea la mal llamada Revolución Cultural. Es posible que los ideales del barón de Coubertin hayan quedado reducidos a cenizas en el actual Movimiento Olímpico, y que el Comité Olímpico Internacional sea un negocio como otro cualquiera. Esa será, en último extremo, una responsabilidad exclusiva de quienes hayan contribuido a deformarlo hasta su estado actual. Pero, aunque sólo sea de vez en cuando, entre Huntelaar y Guardiola, entre Nadal y Ferrari, entre Gasol y Cristiano Ronaldo, conviene abrir un paréntesis, tomarse un respiro y decir otra vez lo que hay que decir. Aunque ya no sea noticia. Aunque ya no esté de moda. Aunque no sea guay.

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