Si alguien se sigue preguntando acerca del porqué del procedimiento absolutamente irregular que dio con los huesos del nefasto Undiano Mallenco en el partido que decidía la Liga, la respuesta la tiene en su actuación de ayer, sibilina, prevaricadora en el sentido técnico de la palabra, indigna de alguien cuya única misión debe ser la de impartir justicia sobre un terreno de juego pero que se la pasa por el forro de sus caprichos. La cosa es seria y reconozco que escribo estas líneas desde el más profundo asco y vergüenza que me produce observar cómo se ha implantado en España un sistema que no está limpio y que impide al Real Madrid luchar por la Liga en igualdad de condiciones que su máximo competidor, el Fútbol Club Barcelona. El Atlético de Madrid, testigo mudo de lo acontecido anoche en el estadio Santiago Bernabéu, se vio favorecido pero ya será perjudicado mañana, al tiempo...
Quien pensara (y lo que es aún peor desde el punto de vista de un madridista, colaborara activamente en ello) que con la marcha de Mourinho al Madrid le iban a tratar mejor se equivocaba. Al Madrid cada día que pasa le tratarán peor en los despachos porque las personas que los dirigen sólo entienden el lenguaje de la fuerza, que es el que ellos mismos emplean a diario, y quienes están al frente del club blanco o no quieren o no pueden o no saben exhibir la suya, decisión respetable que por supuesto no comparto. Se ha tomado como norma faltarle al respeto al Real Madrid y que éste lo acepte en silencio, agachando la cabeza y asumiendo que o bien gana cada partido por 5-0 y se sale del mapa en la clasificación de la Liga o las pasará canutas. Este año, el primero de Ancelotti en el banquillo, al Real le toca pasarlas canutas y las pasará, vaya que si las pasará.
No pienso hablar de este o aquel penalti o aquella jugada polémica. Me aburre. Cualquiera que tenga ojos en la cara y carezca de ponzoña en el corazón pudo ver claramente que ayer se perjudicó al Real Madrid, que por enésima vez acabó injustamente con 10 jugadores sobre el campo. Me hace mucha gracia leer o escuchar a periodistas de bufanda rojiblanca haciéndose los ofendidos porque el madridismo saque el asunto arbitral a debate como si eso pervirtiera el sacrosanto nombre de su religión, que es el fútbol, cuando ellos llevan medio siglo rebuscando en la basura tratando de demostrar las conexiones entre el régimen franquista y los éxitos del Madrid de Di Stéfano. Mi religión no es el fútbol sino la católica y a mí me parece oportuno sacar el asunto arbitral porque resulta que hace mucho tiempo, puede que demasiado, que el fútbol pasó de deporte a negocio, un negocio que da asco.
Ya no está Mourinho para denunciar estos tejemanejes. Él sí que comprendió cómo había que competir con el mejor Barcelona de la historia. Lo asimilió tan rápidamente que acabó dándole la vuelta a la tortilla. Él sí que daba una y otra vez la cara por el Real Madrid con el consiguiente desgaste que eso produjo en un país que conspiró para echarle. Ahora el Real Madrid vuelve a estar solo, como casi siempre, y ya no hay voces que denuncien su caza y captura permanente. Miento, sí hay una voz, la de Cristiano Ronaldo que está a medio minuto de que empiecen a tomarle como a un loco. Bendita locura aquella que, luchando contra todo y contra todos, quita caretas y denuncia injusticias porque hoy en el telediario de las tres veremos cómo Pepe le pisa la cabeza a Busquets. Undiano, miembro destacado del comando de operaciones especiales, volvió a dejarlo todo atado y bien atado. Felicidades. ¿Y ahora qué?