Sigue siendo demasiado fácil pitarle al Real Madrid, y ésta es otra de las reivindicaciones de José Mourinho que no han sido atendidas. Y diera la impresión de que el colectivo arbitral, el auténtico brazo armado federativo, quisiese precisamente pasarle factura al entrenador portugués, que ya ni siquiera protesta, por haberse convertido en el pasado en la auténtica mosca cojonera de los chicos de Sánchez Arminio. El Madrid está siendo literalmente machacado por los árbitros, el club blanco se ha convertido en un juguete en manos de los Álvarez Izquierdo de turno. Por el humo se sabe dónde está el fuego: el Real ha acabado jugando con diez las últimas tres jornadas de Liga y así es materialmente imposible que un grupo de deportistas profesionales mantenga la imprescindible concentración. Al equipo de Mourinho le han sacado de esta Liga y quien no quiera verlo es que está ciego.
De Di María tengo que decir que, conociendo como conoce el percal, estuvo imprudente. Porque está comprobado que, para no ser multados por esta DGT de pacotilla, a los jugadores del Real Madrid no les basta con llevar el cinturón de seguridad abrochado, respetar escrupulosamente todas y cada una de las señales de tráfico y los límites de velocidad o tener el móvil apagado sino que han de vigilar constantemente la presión de los neumáticos mientras que los demás circulan con una rueda pinchada; así, el conductor acaba más preocupado de su entorno que del volante y es más fácil que acabe atropellando a alguien. Izquierdo no tuvo bastante con no pitar una mano dentro del área del otro Kaká, el del Depor, que por cierto fue la misma que originó la expulsión de Ramos en la jornada anterior, y echó a Di María porque sí, porque podía.
Tan cierto es que Di María toca el balón en la jugada que origina la primera amarilla como que éste no estaba en absoluto parado y había sido empujado hacia adelante por el jugador del Depor. Es verdad que después no guarda la distancia correcta y que, justo cuando está retrocediendo para recuperar su posición, Izquierdo no puede resistirse y decide pasar a la historia como aquel árbitro que sacó dos amarillas a un futbolista del Madrid en menos de 30 segundos. Ninguna de las acciones es merecedora de tarjeta amarilla y muchísimo menos de expulsión, y la posterior redacción del acta, que debía servirnos como elemento de juicio para conocer aproximadamente qué pasó por la imaginación del colegiado, es más compleja de descifrar que un papiro de la dinastía del faraón egipcio Mentuhotep IV. Esta expulsión de Di María (en el minuto 89, con el marcador a favor y en un partido intrascendente de una Liga asesinada) no sirvió para nada más que para impedirle al "fideo" jugar contra el Barcelona en Liga y para que los madridistas se llevaran otro sofoco. Para eso y para que nos demos cuenta de que Mourinho tenía toda la razón del mundo al poner la voz en grito y criticar a unos árbitros que tienen toda la pinta de haber quedado relegados al papel de guardia de corps de Angel María I El Eterno. Ya saben aquello del "¿Qué más quieres que te dé?"... Pues quieren más oiga.