Ayer el jefe de los árbitros, Carlos Velasco Carballo, hizo una nueva exhibición de power point para decirnos a los periodistas que si el ochenta por ciento de aquí, el setenta y cuatro por ciento de allá y el noventa y siete por ciento de acullá... Eso sí, no descendió ni a una sola jugada concreta, ni a una. Ni, por supuesto, los generosísimos y pacientísimos colegas a los que aún no se les han pasado las ganas de que les tomen el pelo estadístico tuvieron la ocasión de preguntarle por esta o aquella jugada. De todos es conocido que no hay mejor forma de esconder algo que hacerlo a la vista de todo el mundo, y esta federación presume de una transparencia de la que, en el fondo, carece absolutamente. Velasco no descendió, como decía, al terreno de lo concreto, que habría sido en realidad mucho más ilustrativo para todos; no explicó, por ejemplo, por qué la mano de Piqué en el partido de Supercopa contra el Atleti no fue mano y sí lo fue sin embargo la de Ramos contra el Valencia, pero sí dijo que los árbitros españoles eran, junto a Nadal y a Alonso, el orgullo de España, y aprovechó para glosar la figura del que no me cabe la menor duda será próximo premio Nobel de la Paz, o sea su jefe, el que le eligió para sustituir a Victoriano Sánchez Arminio: sin él, decía Velasco, esta Supercopa habría sido imposible. Y tú, Carlos, no tendrías ese trabajo.
Hoy la Cadena Ser, que ha sido una de las dos emisoras de radio junto a la católica Cadena Cope que se ha dedicado a blanquear desde sus micrófonos la dictadura de Arabia Saudí, ha distribuido un vídeo a través de su perfil de Twitter en el que se aprecia cómo, tan sólo tres días después de la celebración de la final de la Supercopa española, el régimen ha vuelto a separar en los estadios a mujeres y a hombres. Ojo, nosotros tampoco estamos para dar muchas lecciones porque la nueva ministra de Igualdad, Irene Montero, a la sazón compañera sentimental del vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, decía hoy en La Sexta que ella no ha discriminado a los hombres porque sean hombres sino porque las mujeres llevan veinte siglos aguantando la desigualdad y ahora les toca a ellas, de ahí que en el Ministerio de Igualdad, imagino que entre hombres y mujeres, sólo haya mujeres en los puestos de máxima responsabilidad. O sea que aquí se nos discrimina a los hombres porque tenemos pene y en Arabia Saudí se discrimina a las mujeres porque tienen clítoris, pero, digresión al margen, el caso es que se nos prometió que la decisión de la federación de llevarse la Supercopa a Arabia supondría un impulso a la igualdad entre hombres y mujeres y, jugado el Real Madrid-Atlético de Madrid, el efecto Rubiales ha durado exactamente tres días. O sea que ha sido efectillo.
Hoy se ha producido otra noticia relevante y que, según lo entiendo yo, está relacionada directamente con la decisión de Rubiales de vender la dignidad de una institución del Reino de España por 120 millones de euros. Para muchos pasará inadvertida la dimisión de Ana Muñoz, hasta ahora vicepresidenta de la Federación. La señora Muñoz es, como su propio nombre indica (Ana) mujer, y su puesto como vicepresidenta llevaba un llamativo apellido: "de Integridad". Sí, sí, Ana Muñoz era vicepresidenta de Integridad de la federación española de fútbol y, haciendo honor a su puesto, decidió no viajar hasta Arabia Saudí. Los motivos reales de la marcha de Muñoz sólo los sabe ella y a ella únicamente competen, pero nadie podrá negarme que es curiosísimo que justo cuatro días después de que se haya celebrado la Supercopa en un país dictatorial, la vicepresidenta de Integridad, que no viajó hasta Arabia Saudí, haya decidido dar un paso hacia atrás. Sólo ella sabe por qué se va pero, vía Twitter, ya dejó constancia clara de su postura acerca de la decisión de Rubiales al responder así a un artículo de la periodista Mónica Marchante: "No vemos la Supercopa desde el mismo lugar y hay razones para estar y no estar. Respeto".
Ana Muñoz, que no es una cualquiera sino una de las cabezas mejor amuebladas del deporte español, ex responsable de la extinta Agencia Española Antidopaje y ex directora general del Consejo Superior de Deportes, no se va, como dice en la nota que ha hecho pública la federación, "para iniciar una nueva etapa profesional". Eso es como el "no eres tú, soy yo" o el "no tenemos nada a tu altura", un cuento chino. Muñoz se va probablemente por vergüenza, la que le produce una decisión antiestética y su posterior explicación para párvulos. Muñoz se va por vergüenza y porque, como es una profesional cualificada, puede irse con la seguridad de que tendrá muchas ofertas delante de su puerta. La integridad, como el movimiento, se demuestra andando, y Muñoz ha desandado el camino que inició ahora hace un año y medio aproximadamente. Ana ha durado en la vicepresidencia más que el efecto Rubiales en Arabia Saudí, pero al final, y si tienes principios y te lo puedes permitir, llega el momento de decir "¡basta!". Y para explicarlo no hace falta power point, hace falta integridad.