Hubo un detalle de la despedida de Godín del otro día que me llamó mucho la atención. Con Diego estaban su mujer y sus hijos, sus padres... Si alguien debía sentir más que nadie el dolor que provoca la despedida de un club al que has pertenecido durante 9 largos años eran por supuesto ellos y, sin embargo, pareciera que el más afectado fuera Antoine Griezmann, quien, en cuclillas, mostraba a ojos del mundo el devastador sufrimiento por el que estaba atravesando; me recordaba un poco a Gloria Swanson interpretando a Norma Desmond descendiendo lentamente por las escaleras de su mansión de Sunset Bulevard. Tengo una teoría al respecto de esa imagen, pero es indemostrable: creo que Griezmann, que evidentemente no tomó el domingo la decisión de irse del Atleti, fingió el dolor. No digo que Griezmann no haya lamentado la marcha de Godín, no, lo que digo es que exageró el sufrimiento para, una vez conocida su decisión, filtrar a la prensa que el adiós del defensa uruguayo había sido la gota que había colmado el vaso de su paciencia, la infinita paciencia de un hombre que tenía firmados 22 millones de euros netos por temporada.
El otro día hablaba de la justicia en el fútbol o, por mejor decir, de la ausencia de justicia en el fútbol. Pero es que el fútbol es como la vida, injusto. El Atleti creyó estar protegiendo sus intereses al no darle a Godín lo que, sin embargo, sí le ofrecía el Inter y, pese al dolor, Diego Godín defendió sus intereses, los de su mujer y sus hijos, aceptando una oferta económica mejor. Para defender sus intereses, el Atleti se dejó el alma para retener a Griezmann al que, todo sea dicho de paso, puso encima de la mesa una cantidad indecente de dinero; y no sólo eso, le trajo a Lemar, que ha sido una de las grandes decepciones del año. Protegiéndose a sí mismo, Griezmann aceptó quedarse con una única condición: que su cláusula de rescisión fuera de 120 millones hasta el 30 de junio, pasando a 200 el 1 de julio. Lo que, en realidad, estaba diciendo Griezmann era lo siguiente: "Vamos a ver cómo va la temporada, a ver si llegamos a la final de la Champions del Metropolitano, y luego decido... de verdad".
Porque, a todo esto, convendrá decir cuanto antes que su primera decisión, la que documentó Piqué en un serial impresentable en el que Gerard se reía de los culés y Antoine se mofaba de los atléticos, fue falsa. ¿Es justo que Griezmann se vaya ahora? No es ni justo ni es injusto, es el fútbol actual. En el fútbol actual ya no quedan Tottis, en el fútbol actual no hay jugadores que firmen en blanco ni tampoco clubes de élite que renueven más de un año por encima de la treintena. El fútbol actual es más competitivo, más espectacular y universal y es un negocio, una máquina de picar carne. Griezmann se va. Probablemente lo haga al Fútbol Club Barcelona, que protege a sus canteranos... salvo que estos no den la talla. A Puyol era muy fácil protegerlo porque era un número uno pero, ¿quién protege a Chumi de De Light? ¿O a Riqui Puig de De Jong? A Iniesta era muy fácil protegerlo pero, ¿quién defiende a Aleñá? Y si Griezmann acaba recalando en el Barça, ¿quién protege a Mújica, a Abel Ruiz, a Novaes o a Saverio, delanteros todos del filial? ¿O esos no son Masía? ¿O La Masía que no se tocaba era la de Xavi, Piqué y Busquets? Otro cuento chino, el enésimo.
Que levante la mano aquel a quien haya sorprendido la decisión de Antoine Griezmann. A mí no, desde luego. Griezmann nunca ha querido al Atleti, Griezmann se quiere, y mucho además, a sí mismo. Es este un fútbol narcisista, un fútbol onanista; de modo que cuando te cruzas con un referente, con alguien que ves que sufre de verdad cuando se tiene que ír, te agarras a él como si se tratara de un clavo ardiendo. Pasarán los años y nadie se acordará de Griezmann, y eso que es un futbolista fantástico. Y con el paso del tiempo, y elegido su nuevo destino, veremos dónde acaba comiendo, si en la mesa de Messi y de Cristiano o en la sillita de Falcao y de Özil. De Godín, sin embargo, sí se acordarán. Como todos, Diego defiende sus intereses y los de su familia pero el otro día no fingía, le dolía de verdad, tenía roto el corazón de verdad, estaba triste de verdad. Lo de Griezmann sonó a teatro, puro teatro, de modo que, al fin, puede que resulte coherente que el francés acabe jugando en el Camp Nou entre Blanca Portillo, Nuria Espert y Carmen Machi. Y quién sabe si acaba comiendo con ellas.