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El penúltimo raulista vivo

Ancelotti da la razón a Mourinho

La noticia de este arranque de Liga es sin duda la suplencia de Casillas. Iker acabó siendo suplente con Mourinho, empieza siendo suplente con Ancelotti y, entre medias, fue titular a las primeras de cambio con Del Bosque en la Copa Confederaciones. Para muchos la suplencia de Casillas fue la puntilla para un Mourinho en horas bajas; agotado por una implicación con el club que fue bastante más allá de lo estrictamente profesional y rematado por los malos resultados, la decisión de alinear a Diego López fue interpretada por amplísimos sectores de la prensa deportiva como el canto del cisne del entrenador del Madrid, el modo que el soberbio portugués tenía de poner de rodillas a una nación. Y la idea, peregrina por supuesto, de que alguien tan estricto con el trabajo propio y con el ajeno como Mourinho podía adoptar una decisión tan traumática como aquella por una cuestión personal acabó también calando entre un buen número de socios y seguidores merengues por la misma razón que triunfa en los cines Santiago Segura mientras que a Hawks nadie le hace ni puñetero caso. Estamos en la era de lo simple, de la comida basura y los libros de autoayuda y la gente prefiere no pensar y se traga el primer relato que le sirven.

A la versión de que sentando a Casillas, que es un icono del madridismo y un emblema nacional, Mourinho pretendía rendirnos a todos los españoles y que inclinásemos ante él la cerviz contribuyó también el hecho de que Vicente del Bosque, que es otro emblema además de marqués por designación real, decidiera colocar a Iker bajo los tres palos en el debut español en el único torneo oficial que le falta a nuestra selección en sus vitrinas, la Copa Confederaciones. Yo, al contrario que la inmensa mayoría del país, siempre pensé que la decisión de Mourinho era profesional mientras que la de Del Bosque, que después sentó a Casillas para poner a Reina primero y a Valdés después, era personal y encerraba en el fondo el mensaje de que el bueno era él y el malo era Mourinho, pero el mensaje que triunfó nuevamente fue el del seleccionador. De forma que no se sabe bien ni cómo ni por qué (o sí se sabe, de nuevo los Tattaglia) una simple y sencilla decisión deportiva acabó transformándose en el laboratorio del doctor Mabuse en un pulso entre el clan portugués dirigido por el maléfico y ególatra J.M. y 45 millones de españoles sedientos de sangre lusa. La jauría humana.

Nunca, jamás en ninguno de mis artículos sobre este asunto he dicho si debía jugar Casillas o tenía que hacerlo López. Y no lo he dicho por la sencilla razón de que carezco de la información y formación necesarias para saber si Iker entrena mejor que Diego o es al revés y cuál de los dos está mejor que el otro. Lo que sí he defendido contra viento y marea es la independencia que el entrenador del Real Madrid debe tener a la hora de confeccionar sus alineaciones. Para sentar a Casillas hay que tener un par de pelotas y una personalidad a prueba de bombas, para sentar a Casillas después de comprobar cómo se trató a Mourinho hay que tener tres pelotas en lugar de dos y unas narices del tamaño del Empire State Building. Ojo, no me alegro de la suplencia de Iker sino de que Ancelotti haya sido capaz de empezar la partida con un órdago a la grande. Me equivoqué con Carlo y por ello le pido perdón. Y ahora el doctor Mabuse pide tiempo para realizar otro sortilegio. Me temo lo peor. O el equipo empieza a jugar como la selección brasileña de los 70 o alguien apretará el botón de encendido de la máquina de picar carne. Y vuelta a empezar.

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