Anoche tuve el inmenso privilegio de poder reunir en El Tirachinas a Amancio Amaro Varela y José Eulogio Gárate Ormaechea para hablar del Real Madrid-Atlético de Madrid. Como el preámbulo lo puso, a través de sus innumerables recuerdos, el profesor Andrés Amorós, debo confesar que me fui a mi casa más ancho que pancho, satisfecho y con la sensación del deber cumplido. Fueron veinte minutos de buena radio, y no por mí, desde luego, sino por ellos, tres auténticos caballeros, dos del fútbol y uno de la literatura y el teatro, dándole forma a otro clásico, por ahora el último, el que vendrá y, por lo tanto, el mejor de todos porque es el único que nos queda por disfrutar. A Amancio y Gárate, que eran dos puñales, les dieron hasta en el cielo del paladar, pero mientras que el atlético aguantaba las entradas con cierto estoicismo, los palos ayudaban a exorcizar los peores demonios del brujo gallego.
Amancio tenía sus motivos para enfadarse. En 1974, con motivo de un partido de Copa, el Real Madrid visitó Los Cármenes para jugar contra el Granada. En aquel equipo jugaba por entonces el defensa paraguayo Pedro Fernández Cantero, fichado siete temporadas antes por el Barcelona cuando sólo tenía veintiún años. Fernández, que era idolatrado por la afición granadina, ya había tenido sus más y sus menos con algunos jugadores merengues tal y como acredita la revista del club blanco de noviembre de 1970: "El número 6, que confunde la cabeza de Pirri con el balón, es el medio del Granada Fernández. Es paraguayo y ya estaba en el Granada cuando lo entrenaba Néstor Rossi. De Rossi son estas declaraciones aparecidas en El Gráfico de Buenos Aires: Cuando jugábamos con el Real les hablé a todos con fuerza, diciéndoles que el partido era muy importante. Fernández me dijo que le dejara a él a Amancio... ¿Sabe lo que hizo?... Le dio un patadón en la rodilla que casi lo mata".
En aquel partido de Copa de cuatro años después casi lo logró. Tras la durísima entrada, que estuvo a puntito de retirar a Amancio, Santiago Bernabéu dijo que aquello merecía entrar dentro del Código Penal. El parte médico resultaba estremecedor: "El jugador presenta rotura del músculo cuádriceps del muslo con un aspecto semejante al de una cornada". Amancio llevaba cosido al pie el balón y hacía a las mil maravillas aquello que más fastidia a los defensas de todo el mundo: gambetear. Amancio era el fútbol mientras que Fernández era otra cosa, a pesar de lo cual el árbitro no pudo proteger al futbolista del leñador. Pep Guardiola acaba de decir con cierta sorna que tendrá que pedirle a Leo Messi que no drible y que se retire al lateral izquierdo para no inquietar demasiado a los defensas. Precisamente Gárate comparó ayer a Amancio con Messi. Han pasado treinta y cinco años desde que Fernández sacó en camilla al brujo y, por lo que se ve, seguimos debatiendo sobre lo mismo. Afortunadamente para Messi, Fernández debe andar por los setenta y para derribarle tendría que utilizar una metralleta. Y tener puntería.