Alvaro Domínguez acaba de decir que si Agüero se marcha al Real Madrid demostrará que no tiene lealtad. Acerca de la lealtad, el gran Chesterton dijo una vez lo siguiente: "Nos acercaremos a ella si la llamamos el sentimiento que nos guía en presencia de una obligación no definida". Por eso, porque en el fútbol actual los clubes no se fían de sus jugadores y debido a ello les blindan con cláusulas millonarias y porque, pese a ello, los jugadores dejan colgados a sus clubes en cuanto reciben una oferta mejor, la petición del defensa central rojiblanco es profundamente injusta. Antes sí que había lealtad. Eran otros tiempos, los jugadores firmaban su renovación en blanco y aceptaban sin rechistar que el presidente de turno les abriera una cuenta corriente a su nombre o les aconsejara un buen corte de pelo. Hoy no.
Domínguez equivoca el tiro. Ya dejó bien clarito el otro día Agüero que él no era del Atlético de Madrid, dando a entender que había pertenecido a su plantilla, sí, pero que su corazón (su lealtad) estaba con Independiente, que era el club de sus amores. Lo que el Kun estaba haciendo no era en realidad otra cosa que protegerse precisamente contra declaraciones tan extemporáneas como las que acaba de realizar su casi ex compañero. Muerto el perro de la lealtad, debió pensar Agüero, nadie me saldrá con la rabia de la traición. Pues ni por esas. Decía que Domínguez, que últimamente se está caracterizando más por sus meteduras de pata que por su fútbol brillante, equivoca el tiro porque Agüero nunca ha presumido de colores, al contrario que Torres o, más recientemente De Gea, futbolistas de Chelsea y Manchester respectivamente.
Si el Kun comete alta traición yéndose al Real Madrid, Domínguez, que empezó en las divisiones inferiores del club blanco, la cometió en su día marchándose al Atlético. O Jurado. O Juanfran. O tantos y tantos otros. En el Madrid no están tan pendientes de qué futbolistas suyos cruzan de acera como en el Atlético. Simplemente son otros tiempos, el fútbol ha cambiado demasiado hasta convertirse en un negocio, no existe la palabra, los jugadores tienen uno, dos o tres representantes y por supuesto que nadie está dispuesto a firmar en blanco. Si Agüero se marcha al Madrid, que está por verse, lo hará porque quiere ganar títulos; y al Madrid tampoco le jurará amor eterno ni nadie saldrá a decir, si se va, que ha traicionado al club. Eso está demodé. Puede que desgraciadamente.