A Fernando Alonso podría ocurrirle con el debutante Lewis Hamilton lo que cuenta la anécdota que le sucedió a Winston Churchill la primera vez que éste ocupó su sitio en la Cámara de los Comunes. Se sentó detrás de un viejo diputado conservador, miró al frente, donde se encontraban todos los miembros del Partido Laborista, y preguntó en voz alta: "¿Así que aquellos son nuestros enemigos?" El veterano político sonrió y, mirándole con asombro, por un lado, y paciencia, por el otro, dijo: "No, no, qué va, hijo, qué va. Aquellos de allí son nuestros adversarios, a nuestros enemigos los encontrarás atrás". A lo mejor Alonso cree que sus enemigos están en Ferrari y son Felipe Massa y Kimi Raikkonen, y resulta que esos dos sólo son adversarios suyos y al enemigo auténtico lo tiene detrás suyo, en McLaren Mercedes.
La verdad es que el chico promete. Tres carreras y tres podios, dos segundos puestos y una tercera posición. Y cumplió veintidós primaveras en enero. Como Alonso, Hamilton accede a la Fórmula Uno después de haberlo ganado absolutamente todo en las categorías inferiores. Pero, a diferencia de Alonso, que nació en Oviedo para alegría de todos los aficionados españoles, Hamilton lo hizo en Stevenage y se ha convertido, lógicamente, en la gran esperanza del automovilismo inglés, probablemente el de mayor tradición y arraigo, puede que junto al brasileño, desde que la competición se pusiera en marcha allá por el año 1950.
Dicen que esa puede ser una carga demasiado pesada para los delicados hombros de Hamilton, pero, viéndole pilotar, no da la sensación de que se vea presionado por las sombras de Stewart, Mansell o Hill, más bien al contrario. En cualquier caso, la operación de Ron Dennis al combinar la experiencia y solvencia demostrada por el bicampeón mundial con la arrogancia y audacia del que, sin duda, lo será también tarde o temprano, se me antoja realmente magistral. Esa es, por cierto, la otra faceta que juega a favor de Hamilton, el saber que nadie espera nada de él hoy y que es una apuesta de futuro para McLaren Mercedes. Si no le persiguen los fantasmas del automovilismo inglés y resulta que el mejor piloto del mundo es tu propio jefe de filas, ¿de qué preocuparse? ¿Y en qué emplear el tiempo libre? De momento lo está dedicando a sumar puntos, y da la impresión de que eso tampoco se le da nada mal. Lleva veintidós hasta la fecha, los mismos que han conseguido Alonso y Raikkonen. Que le cuenten por si acaso a Alonso la anécdota de Churchill.