Así que Londres puede convertirse en la ciudad que el madridismo recuerde durante muchísimos años. Y el mes de mayo su mes preferido también para mucho tiempo. La misión es dificilísima, muy ardua y compleja, pero resulta que el primer equipo de fútbol ya está en su particular Final Four, a la búsqueda del billete que le garantice su presencia en Wembley, mientras que el de baloncesto certificó anoche en Tel Aviv, y ante todo un clásico como el Maccabi, que es uno de los cuatro mejores equipos de Europa. Y eso es precisamente lo que cabe exigírsele a una entidad con más de cien años de historia como ésta y cuya virtud más destacada, la marca de la casa por así decirlo, no es otra que la lucha. Los socios y aficionados madridistas quieren que el Real Madrid compita, que pelee hasta el final para así llegar en condiciones de ganar títulos. Londres es por el momento un sueño, un sueño complicadísimo y precioso, el sueño de la Novena y de la Décima.
Como diría mi amigo Jaime Ugarte, que conociéndole debe estar todavía avergonzado por lo que sucedió el domingo en San Mamés, el Real Madrid de Pablo Laso tumbó al Maccabi por la vía del cloroformo. El otro día fue la mano de Llull y ayer, en una actuación mucho más coral, más colectiva, se sumaron también las manos de Reyes, un clásico a la hora de ayudar, Mirotic, Rodríguez, Carroll y Rudy. El 3-0 demuestra un crecimiento del Madrid como equipo, una madurez que a buen seguro le ayudará en Londres cuando toque, dentro de un mes aproximadamente. Hasta hace bien poco se hablaba del futuro que tenía este Real Madrid por delante y de la necesidad de darle aire a un proyecto que se las prometía felices. La clave del éxito ha sido, está siendo aún, la paciencia, y ya se puede decir que, a falta de retoques que meditan en el club, este Real Madrid está hecho. Y para mucho tiempo.
De Laso quiero decir que no es nada sencillo dirigir al Real Madrid, tampoco al de baloncesto. Y parece coherentemente incoherente que si el periodismo deportivo es capaz de criticar a José Mourinho, que debe ser algo así como el Phil Jackson del mundo del fútbol, por sus decisiones tácticas, esas críticas tengan un puntito de desprecio más en el caso de un entrenador que no ha ganado casi nada. Quiero recordar que de aquí salió huyendo y con el rabo entre las piernas el mismísimo Ettore Messina y que George Karl, que es un entrenador de prestigio en la NBA, duró lo que un caramelo a la puerta de un colegio. Lo de este Pablo polvorilla que sabe quedarse en un segundo plano tiene un mérito indudable porque cuando el equipo gana lo hará por la calidad de sus jugadores y cuando pierda será porque él es incapaz de preparar bien una jugada. ¿Qué tiempo hará en Londres en mayo? ¿Manga corta o rebequita?... Me llevaré las dos por si acaso.