Hoy es miércoles. También tenía razón en eso Mourinho. Y digo "también" porque el portugués prometió que haría un equipo y está en ello. Sólo un cegato con bastantes prejuicios y muchas ganas de verbena podría negarse a ver lo evidente: que anoche, ante el Milan, el Real Madrid se mostró como el equipo que no era hasta hace nada. Por supuesto que el partido pudo acabar en goleada, pero convendría recordar que un Milan muy parecido a éste, con el refuerzo de Ibrahimovic, (lo de Robinho sigue siendo una broma de mal gusto), ganó el año pasado jugando a la pata coja en el estadio Santiago Bernabéu. Es cierto que el Madrid se ha realizado una transfusión muy potente con Khedira, Özil, León, Di María o Canales, pero no lo es menos que la temporada anterior vinieron otros de más renombre y el equipo no tiró. Hoy sí tira.
Lo mínimo que hay que exigirle a un entrenador de fútbol es que ordene a sus jugadores sobre el campo. Tú aquí, tú allí y tú allá. El Real Madrid de Mourinho es un equipo cada vez más ordenado. Quiero decir que los jugadores saben qué tienen que hacer cuando tienen el balón y qué cuando no lo tienen, y eso es labor del entrenador. Un entrenador, por cierto, que lo apunta todo y que no deja nada a la improvisación; por ejemplo: no me parece que fuera improvisado el rapapolvo que le metió a León por no hacer lo que él le había pedido puesto que sirvió como ejemplo para los demás jugadores de la plantilla. Otro aspecto positivo del partido de ayer es que el Madrid acabó nuevamente sin encajar gol. Y seguro que habrá mejores ataques en el mundo que el compuesto por Ronaldinho, Ibrahimovic, Inzhagi, (luego Pato) y Pirlo y Seedorf por detrás, pero no me negarán ustedes que ése en concreto tiene muy buena pinta. Este Real puede progresar aún más, y lo hará, pero ayer, ante el todopoderoso Milan, el Madrid controló el partido desde el minuto uno hasta el noventa. Eso es la Copa de Europa.
Está claro que, sin Raúl y Guti en la plantilla, Mourinho no tendrá aquí otro Materazzi. Pero sí recuerdo que el día de su presentación dijo que se proponía rehabilitar a un jugador que hubiera pasado sin pena ni gloria y que pretendía sacar una estrella de la cantera. Cuando dijo lo primero yo, instintivamente, pensé en Kaka, pero al final ha sido otro brasileño: quién te ha visto y quién te ve, Marcelo. La actitud defensiva de Özil, un jugador designado en principio a cotas más altas que las de luchar por un balón en la banda, o del propio Di María, hablan a las mil maravillas del trabajo de Mourinho. Hoy es miércoles y mañana, si Dios quiere, será jueves. Eso todavía no va a cambiar. Al portugués le inquietó que su equipo no acabara de rematar la faena cuando el rival andaba claramente groggy, y a mí también, pero en la balanza pesa más el trabajo bien hecho. Mourinho tiene un plan. Al fin.