A diferencia de Alfredo di Stéfano, yo no pienso que el público siempre tenga razón, y menos aún porque pague el precio de una entrada. Parece lógico pensar que la afición del club de fútbol más exitoso del mundo lleve emparejado un nivel de exigencia altísimo, pero no hasta el punto de acribillar a los suyos; quiero decir que entiendo que la gente del Santiago Bernabéu haya podido afearle en un momento u otro su falta de implicación a "paracaidistas" del estilo de Walter Samuel o Emerson, por poner sólo dos casos que me vienen ahora mismo a la cabeza, pero no tiene mucho sentido que el tendido del 7, que en La Castellana es todo el estadio, arremeta sin piedad contra Míchel, Raúl, Butragueño, Guti, Zidane, Redondo, Hierro, Sanchís o Martín Vázquez, por poner algunos ejemplos más o menos recientes. Tampoco entiendo que, aunque timidísimamente, la tome con Cristiano.
De Kaká sí tendrían todo el derecho del mundo a estar hasta el mismísimo moño, pero... ¿de Cristiano?... Ahí están sus números, sus partidos jugados, sus goles. Probablemente Cristiano tampoco sepa hasta el momento qué es que te piten en el Bernabéu, no oír lo que te dice el compañero que está a tu lado. Hace poco oí a Míchel en la Ser explicando el infausto día en que a él se le ocurrió salir del campo sin haber sido sustituído por el entrenador: aquel Real Madrid venía de ganar 5 Ligas seguidas (¡5!) y la gente la tenía irremediablemente tomada con el futbolista que, según las estadísticas, daba el 40% de los pases de gol. Está claro que Míchel se equivocó, y eso que conocía el percal bastante mejor que Cristiano: sería conveniente que alguien, a lo mejor el propio Butragueño, le explicara a Ronaldo que ésta afición, que no siempre tiene razón, no es la del Manchester United.
Además, no creo que el motivo fundamental de enfado del delantero portugués tenga que ver única y exclusivamente con el run rún del otro día. Cristiano quiere ser siempre el mejor, el más determinante, el único y definitivo en todas y cada una de las circunstancias, de ahí que tire hasta la última falta como si no existiera ningún otro jugador sobre la faz de la tierra. Yo creo que la molestia tiene que ver con el murmullo del partido contra el Granada, sí, pero también con ese debate paralelo acerca de su importancia real en los duelos directos contra el Fútbol Club Barcelona. Estoy convencido que, en lo que a ese punto concreto se refiere, Cristiano está más molesto consigo mismo de lo que puedan estarlo diez, cien o mil aficionados, cada uno de su padre y de su madre; aficionados por cierto, admiradísimo don Alfredo, que no tienen por qué tener siempre la razón.