Qué fácil es hablar del "fracaso" ajeno. Y qué sencillo es colgarse la medalla de oro, plata o bronce de nuestro atleta preferido cuando las cosas marchan bien. Qué fácil va a ser crucificar a partir de ahora a Luis Milla, tratarle como un apestado. Y qué sencillo es pasarle la mano por el lomo a Del Bosque. Éxito y fracaso, dos términos que los periodistas deportivos empleamos con gran desconocimiento por nuestra parte. Todos y cada uno de los miembros de nuestra expedición olímpica participante en Londres 2012 ya han triunfado puesto que ya han demostrado ser los mejores en sus respectivas especialidades. Pongamos por caso a Ana María Izurieta, única representante española en gimnasia femenina y, después de cuatro años trabajando en la sombra, eliminada de repente en la fase de clasificación... ¿Ha "fracasado"?... Pues yo creo sinceramente que no. Ahora mismo Ana María piensa que sí, pero dentro de 50 años podrá contarle a sus nietos que ella tuvo el privilegio de representar a su país en unos Juegos.
Éxito, fracaso y una finísima línea, casi imperceptible, que nosotros mismos movemos según nos conviene. Por ejemplo: España probablemente no habría ganado el Mundial de 2010 de no haber sido por la inspiración de Iker Casillas: del fracaso ante Paraguay se pasó al mayor éxito deportivo de nuestra historia. Y yo, que lloré de alegría con el gol de Iniesta en la final contra Holanda y me revolqué de dolor con el fallo de Cardeñosa ante Brasil; yo, que salté emocionado con el gol de Torres en la final de la Eurocopa de 2008 y me fui a la cama sin cenar por el fallo de Arconada en aquella final contra Francia; yo, que disfruté del espectáculo de la final de 2012, del gol de Rubén Cano, de los goles salvadores de Maceda o Puyol de cabeza y que sangré por la nariz con Luis Enrique, me indigné como el mismísimo Míchel por el fallo clamoroso del australiano de cuyo nombre no quiero acordarme o me hundí con Salinas por aquel mano a mano con Pagliuca, no puedo entender cómo hay hoy en España gente encantada de la vida con la derrota de nuestra selección porque creen que eso les da la razón en su fantasmagórica teoría del ADN culé. No lo puedo entender... aunque lo entienda perfectísimamente, claro. A mí no me engañan, no señor. Podrán llamarme portugués, pero no me engañan.
Sobre la eliminación, que es dolorosa, hay que decir varias cosas. España no mereció perder ese partido, del mismo modo que la actual campeona del mundo no mereció caer en el debut sudafricano ante Suiza; la ventaja que tenía Del Bosque de la que careció ayer Milla es que el primero tuvo tiempo para reaccionar mientras que el segundo venía de otra derrota, ésa sí justísima, ante Japón. Por otro lado, y dejando de lado la catarata de remates a puerta y la histórica actuación del guardameta Mendoza, no logro entender qué pudo pasarle al árbitro José Soto por la cabeza salvo un enorme gorila rojo que le cegó repentinamente ni tampoco cómo el COI consiente que haya sueltos por ahí colegiados con tan poca preparación como el venezolano. Comprendo, aunque no justifico, el enfado de los chicos al final del encuentro porque les iba en ello la vida. Y aplaudo la actuación del "veterano" Mata poniendo cordura. Dicho lo cual... Señoras y señores, ¡abran fuego contra Luis Milla!...