Si, tal y como anunciaba el otro día Marca en su portada de un modo un poco melodramático para mi gusto, nadie quiere quiere coger el 4 de Ramos es por la sencilla razón de que nadie merecerá llevarlo. Y no me refiero al 4 de Sergio Ramos, claro, sino a la camiseta del Real Madrid. Si alguien es tan débil de carácter como para asustarse de un número, y ni siquiera uno cabalístico, lo mejor es que se lo piense bien y, antes de saltar al nuevo Bernabéu y esperemos que ya con público en las gradas, presente su renuncia cuanto antes y saque billetes para un destino más cómodo y tranquilo, pongamos que hablo de las islas Seychelles. Porque, antes que Ramos, ese 4 lo han llevado, entre otros, Miguel Muñoz, Lesmes, Zárraga, Gordillo, Sanchís hijo, Martín Vázquez, Tendillo, Hierro, Alkorta, Grande, Uli Stielike y, según creo recordar y aunque por muy poco tiempo, incluso Míchel. Es un número y no muerde. Y, además, y aunque la pléyade de futbolistas históricos que lo han llevado en el Real Madrid quita el hipo, tampoco tiene un significado especial. Si en este vestuario del Madrid huyen del 4, ¡qué harían con el 7 que llevaron Molowny, Juanito, Butragueño, Kopa, Serena, Zárraga, Joseíto, Aguilar, Jensen, Raúl o Cristiano! ¡O con el 9 de Di Stéfano, Hugo, Santillana, Amancio, y Ronaldo! ¡O si vieran por ahí corriendo detrás de ellos al 5 de Zidane, San José, Benito, Barinaga, Santamaría, Ipiña, Hierro o Mariscal!
Recuerdo que nada más fallecer don Alfredo di Stéfano y por un breve instante se especuló con la posibilidad de que el Real Madrid retirase el dorsal con el número 9 de sus camisetas pero al final no lo hizo. Cuando Di Stéfano se retiró hubo otro jugador que recogió ese dorsal, que debía pesar como un piano de cola, y se lo puso porque para él significó un enorme honor llevar esa camiseta y en concreto con ese número pegado a la espalda, y ese futbolista no fue otro que don Ramón Moreno Grosso. Nadie osó jamás comparar a Di Stéfano con Grosso por la sencilla razón de que el molde de La Saeta se rompió con su muerte y, por supuesto, Grosso tampoco pretendió nunca que en él vieran al futbolista que cambió la historia del Real Madrid y, por extensión, del fútbol mundial, pero Grosso, que era un futbolista todoterreno, un goleador de carácter que siempre había sabido permanecer a la sombra del más grande de todos los tiempos, heredó el 9 sin tantas zarandajas como se traen ahora los jugadores, claro que en la época de don Ramón tampoco había tatuajes como ahora. Grosso se puso el 9 con la misma naturalidad que Mariano recogió el testigo del 7 que lució el mayor goleador madridista de todos los tiempos, Cristiano Ronaldo.
Yo, qué queréis que os diga, detrás de todo esto del dorsal con el número 4 veo la mano de las viudas de Ramos, tanto las periodísticas como las de fuera del periodismo. Insisten en alargar la sombra del defensa central sevillano más allá de lo estrictamente razonable, del mismo modo que se tiraron 9 meses diciendo que Sergio no aceptaría un año cuando al final lo hizo y otros 10 meses más augurando que Florentino no le dejaría escapar; me temo que ahora se tirarán 11 meses relatando todas las plagas que van a asolar al madridismo sin el 4 del Paris Saint Germain. Porque no sé si alguien ha caído en la cuenta de que Sergio Ramos, que es historia del Real Madrid y, además, historia grande, ahora es el 4 del Paris Saint Germain. Con él en el equipo y luego como capitán, el Real Madrid ha firmado una de sus páginas más brillantes, pero el 4 no es suyo sino del equipo y si en esa plantilla no hay nadie con los bemoles suficientes como para cogerlo, entonces los madridistas tenemos un problema y Ancelotti tiene un problemón. A Mariano le dieron más palos que a una estera por heredar con normalidad el 7 de Cristiano pero a mí me gustó que lo hiciera, demostró carácter, valentía, orgullo y personalidad. Si, y volviendo al principio, es cierto eso que dice Marca en su portada de que nadie quiere coger el 4 de Ramos es por la sencilla razón de que nadie merece llevarlo. A ver si va a tener que venir Mbappé para quedárselo él para vergüenza de sus compañeros.