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El penúltimo raulista vivo

¡A mí el pelotón, Hierro, que no los arrollo!

Hay broncas, bronquitas y broncazos. Por ejemplo, justo por estos días se cumplen veintinún años del monumental broncazo de Benito Floro a los jugadores del Real Madrid en el descanso del partido contra el Lleida de Mané, el famoso del "con el pito nos los..." La verdad es que Floro se daba cierto aire a doctor en literatura medieval por la Universidad de Oxford y siempre solía atender a la prensa con el monóculo puesto, de ahí precisamente que sorprendiera más aún aquella reacción suya tan iracunda y más propia de Makinavaja, el último choriso que de entrenador con pajarita; le sirvió más bien de poco y, a las veinticuatro horas escasas de televisada aquella rajada para todo el mundo occidental, la directiva cesó sin mayores explicaciones al cerebro gris del "queso mecánico".

Otra bronca más reciente pasó inadvertida y tuvo como actor principal a José Mourinho y como actor de reparto e improvisado a un árbitro de Primera División. El Real Madrid perdía al descanso de un partido de Liga contra el Sevilla y en el vestuario Mourinho echó un rapapolvo importante a los jugadores. Lo más bonito que les dijo fue "sois unos niñatos de mierda" y "os creéis que representáis a alguien y no es así". Seis minutos de alaridos y silencio sepulcral por parte de la plantilla... y también por parte del trío arbitral, que escuchó cada una de las palabras del entrenador portugués puesto que los vestuarios estaban separados por un finísimo tabique. Al final del partido, que por supuesto remontó el Madrid, el árbitro se dirigió a Mourinho y le dijo: "Ten cuidado porque lo he oído todo". Fue entonces cuando Mourinho, que se subía por la paredes, llamó al delegado, que llamó a Aznar, que llamó a Gallardón, que llamó al fiscal...

Como hoy se sabe todo y todo se ve, se escucha y se escudriña, las teles captaron este sábado con una de las mil cámaras que tienen a su disposición las imágenes de Fernando Hierro en el túnel de vestuarios del nuevo San Mamés apremiando a los jugadores, acelerándoles, motivándoles ante la espantosa visión del fin del mundo liguero que se avecinaba y que ellos, al parecer, eran incapaces de ver; no llegó a arenga, la verdad, si acaso bronquita, nada que ver por ejemplo con el discurso de Marco Antonio a los romanos posterior al asesinato de César que tan bien relató Mankiewicz. Pero las broncas (la visible de Hierro y la invisible de Ancelotti, que también la hubo) sirvieron en esta ocasión tan poco como la de Floro en el campo del Lleida, sin que ello quiera decir de ningún modo que a Ancelotti le vayan a echar hoy con carácter de urgencia como ocurrió en su día con el asturiano.

Ante el Athlétic, que no es ni de largo el mejor que ha podido verse a lo largo de los últimos diez años, los jugadores del Real Madrid volvieron a regalarle a su necesitado rival otros cuarenta y cinco minutos de reloj, y otra vez los primeros. Es como si, ante la machacona insistencia de su entrenador de que esta Liga se ganará o se perderá en la última jornada, los jugadores hubieran decidido darle emoción al campeonato regalando puntos y anulando la ventaja adquirida con tanto sufrimiento. Si lo que querían era emoción, ya la tienen: el Barça un punto por encima, dentro de nada el partido del Camp Nou y Messi empatando a goles con Cristiano. Habrá problemas si Ancelotti no convence a tiempo a sus futbolistas de que es mejor ganar la Liga a falta de diez jornadas que no dejarlo todo para la última jornada. Está visto que ya no sirve el "¡a mí el pelotón, Sabino, que los arollo!". Belauste no está, Sabino tampoco y en el pelotón cunde, para qué nos vamos a engañar, cierto desánimo.

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