Hay un momento en la segunda temporada de House of cards, justo mientras Frank J. Underwood toma juramento como vicepresidente de los Estados Unidos (y espero que esto no sea spoiler), en que Kevin Spacey mira directamente a la cámara y dice: "La democracia está sobrevalorada". Pues en el fútbol, la democracia directamente no existe. De rodillas hasta la Capilla de Nuestra Señora de Itatí, sita en La Cerámica y Cuco, entre Unión y Molina, van a obligar a ir a Angel Cappa, que tampoco es que sea santo al que yo ponga demasiadas velas, simplemente por decir lo que piensa sobre Messi. Ojo, Cappa no criticó por supuesto a Leo, no dijo nada ofensivo sobre él ni mucho menos cuestionó su calidad como futbolista; Cappa sólo comentó que le parecía que el jugador del Barcelona había perdido la pasión por el fútbol... y le liaron la Guerra Mundial Z.
En realidad Cappa quería decir que ningún futbolista de la historia ha podido mantener siempre y a lo largo de toda su carrera deportiva exactamente el mismo tono competitivo y que es natural tener altibajos. Ni por esas. Al pobre Cappa, que lleva una semana concretando hasta el extremo del más espantoso de los ridículos sus declaraciones y pidiendo un perdón inconsciente por haberse atrevido a rozar siquiera a Messi con su crítica, le han llovido insultos y amenazas de todos los colores. Yo creo que a Leo le preocupa tanto que Cappa hable sobre él como a Neymar le importó que Rosell presentara la dimisión por el jaleo de N&N, pero en fin... De rodillas a Rosario a pedir perdón, castigado de cara a la pared por dar una opinión, la dictadura de Messi, los fanáticos de guardia.
Y hablando de fanáticos e iletrados: más ridículos aún que los insultos a Cappa por dar su opinión sobre Messi me han parecido las amenazas al gran Puyol por llamar Manuela a su hija. En foros independentistas catalanes han criticado con fiereza al capitán del Fútbol Club Barcelona, catalán por supuesto, y a su mujer, la modelo de Badalona Vanesa Lorenzo, por llamar Manuela a la pequeña en vez de Montserrat, Neus, Meritxell o Merced, que también son por cierto unos nombres preciosos pero que no escogieron libremente sus padres. Esta es la nueva Cataluña de Artur Mas, la misma de la que tuvieron que salir por piernas y asqueados Albert Boadella o Félix de Azúa. Puyol, y no Xavi o Busquets, sí que representa esos valores culés de los que tanto suelen cacarear en el club azulgrana. A Manuela, que por supuesto ya es socia del Barça, la deseo desde aquí una larga y fructífera vida, que sea inmensamente feliz y que tenga la fortuna de poder crecer sin el acoso de este improvisado Consejo de lo Bautismal de Cataluña que tan rematadamente mal se lo ha hecho pasar a su padre, el gran Carles Puyol, el símbolo del Barça, un ejemplo tanto dentro como fuera del campo.