A pesar de ser sobradamente conocido por todos, Ramón Calderón no ha querido camuflar el motivo de la destitución de Fabio Capello y la elección de Bernd Schuster como nuevo entrenador madridista. Echando al italiano y trayendo a este técnico en concreto, un hombre que apuesta claramente por un fútbol vistoso y de ataque, lo que pretende la directiva es "que todo el mundo esté orgulloso del juego del equipo". Porque en ocasiones olvidamos el sentido lúdico del fútbol. El fin último del juego es divertir y hacer más felices a los espectadores. De los diez meses que duró la temporada, el Madrid con Capello jugó rematadamente mal al menos en ocho. Un desastroso bagaje.
Alguien podrá añadir que, al menos en lo que se refiere al fútbol de alta competición, la otra finalidad es la de ganar, ganar, ganar y ganar. Ahí se encuentra la clave de que sea tan endiabladamente complicado encontrar un entrenador que sea capaz de dirigir a un equipo como el Real Madrid por el que ya han pasado los mejores futbolistas del mundo y que ya lo ha ganado absolutamente todo varias veces. Capello ganó otra Liga, la número treinta, pero eso no fue suficiente porque su fútbol aburrió mortalmente a la parroquia madridista, sumiéndola en un larguísimo letargo. La titulitis no puede suponer una traba para que el Real Madrid logre la excelencia, que no es otra que ganar el mayor número posible de partidos jugando lo mejor posible al fútbol.
Schuster, que como futbolista fue un puro espectáculo y que ahora está haciéndose como entrenador, ha querido darle las gracias a Capello, que fue un jugador del montón y es uno de los técnicos del mundo que más títulos ha ganado. Con la sorprendente obtención de la Liga, el italiano acabó con la ansiedad que generaba en el club el hecho de llevar cuatro años sin ganar nada. Ahora Schuster, con más tranquilidad, se pondrá manos a la obra para volver a hacer del estadio Santiago Bernabéu el escenario de las ilusiones de los trescientos millones de madridistas repartidos por todo el mundo. Si Schuster fue capaz de hacer jugar bien al Levante o al Getafe, no hay motivo para pensar que no sea capaz de lograrlo también con la plantilla del mejor club de fútbol del siglo XXI. Y ahora, como solía decir Primitivo Rojas en El Precio Justo: "¡A jugar!" Y añado: por fin.