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El penúltimo raulista vivo

A Iniesta sólo le preocupa la pilota

Al parecer todo tiene que ver con la libertad de expresión, todo. También los pitos al himno nacional español, los insultos el rey o los actos vandálicos referidos a la bandera. Todo. Eso es, al menos, lo que oí a dos periodistas del programa Al rojo vivo de La Sexta. ¿Qué barbaridad es esa de suspender un partido porque en la final de la Copa del Rey de España se pite el himno?... Pero si hemos de ser complacientes porque está en juego ni más ni menos que un bien superior, el de la libertad de expresión, que hemos de proteger entre todos, ¿a santo de qué perseguir a uno, dos o mil aficionados por proferir insultos racistas contra un futbolista? ¿Por qué las campañas a favor del juego limpio y contra la xenofobia? ¿No debería quedar todo englobado en la defensa del sacrosanto derecho individual que uno tiene a expresarse con libertad?...

Hace relativamente poco tiempo que las instituciones deportivas han caído en la cuenta de que si estaban castigando a tal o cual club porque cien, doscientos o mil seguidores se burlaban de un jugador por el color de su piel o por su lugar de procedencia, alguien podría deducir que eran unos cínicos de tomo y lomo por no adoptar idénticas medidas cuando la burla se trasladaba a símbolos queridos por millones de españoles. El problema, claro, no tiene que ver con la libertad de expresión y sí con lo que en España se percibe como políticamente correcto y con lo que no. Es políticamente correcto dejar que un grupo de independentistas nos ofendan a los españoles y no lo es que alguien llame "negro" a un jugador. Así, el derecho que tenemos a expresarnos con libertad es utilizado como un acordeón, que ensancha o encoge según las necesidades y siempre en función del objeto del comentario ofensivo.

A Iniesta le preguntaron ayer por la pitada que, a buen seguro y si nadie lo impide, se producirá hoy en el Camp Nou, y Andrés se quitó el balón de encima como los malos jugadores aduciendo que él se centraba sólo en el fútbol y en lo que iba a suceder sobre el campo. Pero Andrés si desvió otras veces la vista del rectángulo de juego para mojarse y mostrarse muy crítico, por ejemplo, con actitudes racistas contra algunos compañeros. A Iniesta le engrandece su preocupación por el maltrato recibido por un hombre debido al color de su piel y, al mismo tiempo, le empequeñece verse obligado a mentir y a meter el balón a la olla cuando se trata de defender lo nacional, tan vilipendiado últimamente. Acaso olvide Andrés que él será del Barça tres, cuatro o cinco años más pero que será español el resto de su vida.

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