El problema del Real Madrid no es individual sino general, el equipo está físicamente mal, Zidane está apurando la frenada con las rotaciones y, fruto de una mala pretemporada deportiva aunque bastante rentable desde el punto de vista económico, ha llegado el rosario de lesiones que tienen frito al entrenador. Todos están regular, nadie destaca, nadie tira del carro, nadie dice "aquí estoy yo" y el equipo se está resintiendo más curiosamente en su competición fetiche, la que ha conquistado en trece ocasiones, la Champions League. Aunque con un juego soporífero, en la Liga al menos se logran enmascarar los fallos, que son muchos y variados; es como si en España lograra el Madrid esconder la basura debajo de la alfombra pero Europa la sacara a la luz: eso pasó con el Brujas.
Pero, y aunque el fallo es evidentemente general, el Bernabéu siempre ha sido muy proclive a señalar con el dedo, individualizando y, al final, agarrotando al damnificado. Ya le ha tocado a Courtois, que ganó el guante de oro en el Mundial, y, si no espabila, muy pronto le sucederá a su compatriota Eden Hazard, que, temiéndose lo peor, ya reconocía el otro día en una entrevista que su vida en el mejor club deportivo del mundo no iba a ser tan plácida como en la Premier. No hay peor runrún que el del Bernabéu y, al final, cuando ruge la marabunta no hay forma de hacerla callar. Courtois no tuvo culpa en ninguno de los goles de Dennis pero el campo, su campo, la pagó con él por algunos errores pasados y sobre todo por la marcha de Keylor, de la que se le responsabiliza injustamente. Es más, si Kepa no está hoy en el Madrid es porque Zidane quiso sobreproteger al costarricense, que caía muy bien en el vestuario. El Real se fue al descanso dos goles abajo y, al retornar al césped, el belga ya no salió y luego nos enteramos que su sustitución había sido debida a problemas estomacales, cuestión ésta que servirá a buen seguro para que circulen por las redes bromas y chanzas a propósito de la entereza de Courtois.
Thibaut no tuvo culpa en ninguno de los dos goles del Brujas, de acuerdo, pero su sustituto, Areola, que lleva aquí tres cuartos de hora como quien dice, impidió el tercero de los belgas en el que constituyó sin lugar a dudas el paradón de la noche. Diera la impresión de que a Courtois se le hubiera atragantado desde el primer día el Bernabéu, que cuando detecta el miedo en un jugador, ya sea propio o rival, se ceba, mientras que el bueno de Alphonse saliera a uno de los templos del fútbol mundial de un modo desenfadado y hasta un pelín infantil, como el niño que va de excursión a la Boca del Asno. A Areola sólo le falta extender el mantel en su portería y sacar la tortilla de patatas mientras que a Courtois no le llega la camisa al cuello, se atraganta, no puede, no arranca. Y es un problema. Yo he visto a futbolistas internacionales con una clase inmensa quitarse la pelota de encima por miedo al Bernabéu. El famoso miedo escénico de Jorge Valdano no funciona sólo en una dirección y, si no tienes el carácter necesario, se te puede volver en contra.
De modo que el debate que existió con Casillas y Diego López y más tarde con Keylor e Iker y después con Courtois y Navas y que Zidane impidió que se produjera con Kepa y Keylor regresa ahora con Thibaut y Areola, un portero del que el estadio Santiago Bernabéu probablemente no supiera nada hasta que Jorge Mendes decidió hacerle la de Pepito el guarro al Madrid. Hazard tiene suerte porque, por ahora, Courtois le está sirviendo de paraguas, pero o los belgas reaccionan o la afición más dura que existe sobre la faz de la Tierra la tomará con ellos. Al tiempo.