El Espanyol sufre para empatar con el Palermo mientras el Sevilla cae ante el Zenit en la Copa de la UEFA

Hasta la línea de tres cuartos, todo funcionaba como un reloj: Gorka, tranquilo en su portería. La zaga, tranquila y contundente. Incluso Eduardo Costa y De la Peña parecían hablar el mismo idioma. Pero a Jonathan Soriano, punta de ataque del equipo en ausencia de Tamudo, apenas le llegaron balones. La defensa del Palermo se encargó de anular cualquier tipo de intento. Acertaba el Espanyol a rondar el área, pero cuando intentaba dar un paso más, por allí aparecía la fortaleza de los italianos, poco dados a repartir regalos de cumpleaños a sus rivales. Tan cómodo se vio el equipo rosa que no tardó en adelantar las líneas y pedir el balón. El equipo local se atemorizó, más por el sello italiano del Palermo que por su verdadera capacidad, y no encontró respuesta.

El Palermo anduvo más pillo y enseñó a un delantero hábil, Franco Brienza. Encendió el motor y metió la quinta marcha. Corrió de arriba a abajo y de izquierda a derecha, buscó huecos en la defensa del Espanyol y empezó a decantar la balanza del partido a favor de su equipo. La ventaja llegó al borde del descanso, en un balón que la defensa del Espanyol rechazó con ciertos problemas. Y mientras los zagueros perdieron de vista el cuero para reclamar una falta, el rumano Codrea lo atrapó y lo envió al vértice del área pequeña: allí apareció Mariano González para conectar una volea con la pierna derecha que se convirtió en el 0-1.

Sin tiempo para reaccionar, el Espanyol se encomendó al discurso de su entrenador en el vestuario y apretó el acelerador en la reanudación. Volvió a correr las bandas y Jonathan por fin apareció, en un par de remates de cabeza que sirvieron para espolear al equipo y multiplicar su fe. Cumplido el primer tercio de la segunda parte, Lotina movió sus piezas para airear al Espanyol y ganar peso específico con la entrada de Tamudo. Coro suplió a Jofre y el cuadro catalán ganó presencia en ataque, con Luis García escorado a la izquierda. Lo intentó con perseverancia el Espanyol. Hubo balones aéreos, contragolpes como el de Armando Sá, que llegó sin resuello al punto de penalti cuando ya había superado al portero, intentos de colarse en la muralla del Palermo, pero faltaba el remate final.

Buena parte de culpa la tenía el conjunto de Sicilia, competitivo por defecto, como buen equipo italiano. Con el marcador a favor, el Palermo se replegó en campo propio para intentar sorprender al contraataque, y así el tramo final del partido se convirtió en un monólogo del Espanyol. Pero el fútbol hizo justicia al ímpetu del Espanyol, como no podía ser de otra manera. El empate llegó a balón parado, en una falta botada desde la línea de medios por Iván de la Peña. El balón lo cabeceó Moisés Hurtado en un gesto preciso, el balón se fue mansamente a la red de Guardalben y Montjuic estalló en un grito de éxtasis.