L D (EFE) El CSKA Moscú ocupó una plaza en la final de la Euroliga para enfrentarse el domingo a otro clásico como el Maccabi Tel Aviv israelí en el cuarto intento fallido por alcanzar la final de la primera competición continental que lanza el Tau Vitoria, superado después de un excelente primer tiempo por la apisonadora del cuadro moscovita, que además celebra los 85 años de su fundación. Los vitorianos sorprendieron al conjunto de Ettore Messina y optaron al triunfo durante muchos minutos. El CSKA aguantó el chaparrón con firmeza y, al llegar la hora de establecer diferencias, sacó a relucir su enorme potencial.
El Tau no jugaba en Vitoria, luego el factor cancha perdía intensidad pese a ser el representante de la ACB en la competición. El respaldo del Buesa Arena hacia los suyos esconde una de las claves del éxito del equipo vasco. En el Palacio de los Deportes, por mucho que le apoyara la grada, nunca hubiera podido alcanzar la misma intensidad, más que nada, por la numerosa presencia de aficionados de otros equipos. Sin embargo, el Tau hizo suyo el partido y la animación del graderío.
Este aspecto puede parecer anecdótico. Pero no en una Final entre Cuatro y, nunca, ante el CSKA Moscú. Frente a los rusos cualquier ayuda parece poco. Dominar al gran favorito durante todo el primer tiempo tal y como lo hizo el bloque vitoriano llenó de ilusión a los hombres del croata Neven Spahija, a los aficionados que les han acompañado a Madrid y a todos aquellos relacionados con una entidad que ha alcanzado las cuatro últimas fase finales de la Euroliga, que disputó la eliminatoria de la primera edición frente al Kinder Bolonia y que, desde hace tiempo, convive con los mejores como uno más. Messina y Spahija han demostrado tener capacidad para maniobrar en escenarios de alta exigencia. El baloncesto y la estadística siempre ha formado un buen matrimonio. Los dos entendieron que la clave de la victoria pasaba por controlar el juego exterior y, luego, explotar las virtudes de los hombres altos. Algo normal cuando en estas plantillas dictan cátedra algunos de los mejores postes del Viejo Continente.
El Tau y el CSKA trataron de anularse en el perímetro durante todo el partido, pero especialmente en el primer tiempo. Tanto un equipo como otro tenían dispuestas varias alternativas tácticas para imponerse en los territorios lejanos al aro. Puede que la coincidencia de dos bases en los uno y otro cinco en tantas ocasiones persiguiera la anulación del peligro exterior. Pero no ocurrió así. Los jugadores de perímetro que militan en estas escuadras tampoco son mancos. El base ruso-estadounidense John Robert Holden pasó casi desapercibido en medio de la batalla que libraban el croata Zoran Planinic y el argentino Pablo Prigioni contra él, el griego Theodoros Papalukas y cualquier rostro que tomase las riendas del cuadro moscovita.
El esloveno Matjas Smodis y David Andersen trabajaron mucho dentro de la pintura para llevar a buen puerto la táctica del CSKA. El hispano-brasileño Tiago Splitter, el estadounidense Will McDonald y Planinic, junto a Pete Mickael, conformaron una columna vertebral con la determinación y la calidad necesarias para consolidar la candidatura vitoriana en esta Final a Cuatro. Seis puntos señalaron la distancia que separaba al Tau y al CSKA en un partido altamente estratégico en el intermedio (39-36). La confrontación, por tanto, confirmaba la categoría de los jugadores y, al mismo tiempo, la de los técnicos. Esos dos factores bien mezclados en una semifinal de la Euroliga son sinónimo de emoción.
La emoción, normalmente, suele coincidir con problemas de los favoritos o, en su defecto, con factores ajenos a las previsiones. Quien nunca falla, digan lo que digan los pronósticos, es Smodis. El pívot esloveno desplegó todo su potencial en el tercer cuarto para reivindicar la privilegiada posición del cuadro moscovita en las previsiones. El CSKA partía como favorito por méritos contraídos, no por casualidad. Smodis cargó contra los alaveses en diez minutos que iban a marcar a fuego el choque. Al final del tercer periodo la ventaja correspondía al conjunto de Messina, que no había disfrutado de margen ninguno en todo el primer tiempo y tampoco había abierto una brecha significativa (56-57).
Lo importante es que le había arrebatado la iniciativa en todos los terrenos al Tau. Holden ya carburaba a pleno rendimiento y Papalukas afilaba las garras. El base condujo con maestría al CSKA en el punto álgido del choque. Los rusos pasaron de 61-61 a 61-68 para orientar la clasificación. Papalukas mandó con galones de general las embestidas para abrir brecha (0-8 de parcial y 61-69). Andersen le prestó asistencia interior. A falta de dos minutos la renta rusa, cimentada en un parcial de 5-14 (66-75), había dictado prácticamente sentencia.
Al Tau se le volvía a escapar un título que rondado cuatro años seguidos sin descanso. Un mate de Andersen terminó de blindar al CSKA (68-77 m.39). Faltaba poco más de un minuto, pero Messina y los suyos no son broma. El Tau volverá a intentarlo seguro y, hasta ahora, la constancia se considera una virtud. Las virtudes, casi siempre, obtienen premio. El CSKA lo demuestra desde hace varias temporadas también.
El Maccabi de Tel Aviv se convirtió en el primer finalista de la Euroliga como lo hacen los verdaderos campeones, después de saber sufrir, de superar un mal inicio de encuentro con una remontada tan lenta como certera que destrozó de golpe las ilusiones que había cimentado el Montepaschi Siena (85-92). El cuadro italiano lo tuvo todo a favor. Tuvo el partido en su mano en la primera mitad, pero no supo, o no pudo, rematar a su rival, y ante un oponente de la talla del israelí eso se suele traducir en derrota segura.