El rival del Real Madrid este martes es un club menor en lo deportivo, pero con una historia única que merece ser contada.
El FC Sheriff Tiraspol es el primer equipo de Moldavia que alcanza la fase de grupos. Pero, técnicamente no es moldavo, es de Transnistria, un estado no reconocido por el resto de los países de la Unión Europea, ubicado en la franja que limita con Ucrania y abiertamente pro-rusos.
Tras la disolución de la URSS en 1991, se van conformando repúblicas independientes y una de ellas es Moldavia, que tiene mucha influencia de la cultura rumana, incluso el idioma es casi el mismo. Entre Ucrania y Rusia hay una franja llamada Transnistria, cuya sociedad es más afín a la URSS, ya extinta. Este territorio no se consideraba parte de Moldavia y mucho menos simpatizaba con Rumania. Incluso hubo una guerra civil de cuatro meses. El conflicto sigue sin resolverse, pero la República de Transnistria lleva la hoz y el martillo en su bandera. Se han declarado independientes, tienen moneda propia, pero ningún país de la ONU lo reconoce. Incluso la misma Rusia, que le financia, tampoco.
Este territorio, más pequeño que la provincia de Pontevedra y fronterizo con Ucrania, declaró unilateralmente su independencia de Moldavia, surgida como Estado soberano durante el proceso que llevó, en 1991, a la disolución de la Unión Soviética.
El apoyo de Moscú, y la presencia de un fuerte contingente de soldados rusos en la región, han permitido a Transnistria mantenerse desde entonces como un Estado independiente de facto, pese a que, sobre el papel, sigue siendo parte de Moldavia y no cuenta con el reconocimiento formal de ningún país del mundo.
Este limbo legal dura ya más de tres décadas y ha condenado al aislamiento a la región separatista, cuyo paisaje urbano sigue dominado por símbolos de la era soviética como carros de combate que se exhiben como monumentos o estatuas de Lenin.
¿De dónde viene el nombre de Sheriff?
Los orígenes del grupo Sheriff hay que buscarlos en los años 90, en los que su propietario y fundador, Viktor Gushan, se hizo rico adjudicándose las privatizaciones más lucrativas en la recién creada "república" separatista de Transnistria.
Un exfutbolista del Sheriff explicó como funciona el equipo: "Gushan pagaba directamente en efectivo a los jugadores, que hacían cola en la puerta de su oficina para recibir el dinero en un sobre. Custodiado por varios guardaespaldas armados, Gushan entregaba los sobres uno por uno. Cuando los resultados no habían sido buenos, el sobre estaba vacío".
La situación de semiclandestinidad en que vive Transnistria la han convertido también en un terreno particularmente fértil para actividades ilícitas como el tráfico de personas y el contrabando.
La "república" separatista es conocida por ser una fuente de productos de contrabando como cigarrillos, combustible y, en su día, armamento y municiones soviéticas procedentes de los depósitos que la URSS tenía en la zona.
El grupo Sheriff hace uso de su hegemonía en la economía legal para controlar también buena parte de estos lucrativos negocios ilegales. Sheriff tiene el monopolio de los sectores clave y controlan, según los expertos, un 60% de la economía.
La posición de fuerza del grupo se extiende también al ámbito político. Igual que en 1997 creó un equipo de fútbol, el grupo Sheriff fundó en el año 2000 su propio partido político, Obnovlenie, o Renovación en ruso.
Obnovlenie ganó sus primeras elecciones en 2005, y sacó 29 de los 33 diputados en los comicios al Soviet Supremo —como aún se llama el parlamento transnistrio— de noviembre del año pasado.
Volcados con el deporte
La provechosa simbiosis entre el grupo de Gushán y la clase política de Transnistria ha cosechado uno de sus resultados más espectaculares con la entrada en la fase de grupos de la Liga de Campeones del Sheriff.
"El deporte es también una forma de 'soft power' que en este caso le servirá a la región separatista de Transnistria para conseguir visibilidad internacional", dice el periodista de investigación radicado en Moldavia Madalin Necsutu.
"Lo que el régimen separatista no ha conseguido ni siquiera a nivel regional a través de la diplomacia clásica lo está obteniendo a nivel global a través del fútbol con el golpe de imagen que supone que el Sheriff se mida a equipos como el Real Madrid", concluye el periodista.
Campeón intratable en la liga del 'enemigo'
El periodista, que ha investigado los negocios del imperio Sheriff, destaca la paradoja de que un equipo alineado con las autoridades de Tiraspol se valga de su afiliación a la federación de fútbol de un Estado legítimo, Moldavia, para competir internacionalmente y favorecer así los intereses separatistas.
El Sheriff no sólo tiene permitido jugar en la Liga del "enemigo". Desde que consiguió su primer título de la Liga moldava en el año 2001, el equipo de Gushán ha ganado la competición 19 veces.
El secreto del éxito abrumador del Sheriff es, en primer lugar, un presupuesto muy superior al de todos sus rivales del otro lado del Dniéster, el río que da nombre a la "república" rebelde.
Cuentan con el estadio más moderno de Moldavia y con un entrenador, Yuriy Vernydub, que ya es una leyenda en Tiraspol.
Vernydub hizo que por primera vez el Sheriff entrara en la fase de grupos de la Champions League. El ucraniano dirigió en segunda división al modesto Zorya Lugansk de su país y quedó campeón en Bielorrusia con el Shakhtyor Soligorsk. Esto llamó la atención del Sheriff, que lo contrató en 2020. Ganó la liga y la supercopa local. Para entrar a la fase de grupos, el Sheriff despachó al Teuta de Albania en la primera ronda, al Alashkert de Armenia en la segunda y a un campeón de Europa como el Estrella Roja en la tercera. El último golpe fue ganar al Dinamo Zagreb.
Con el dinero del grupo Sheriff, el club ha construido una plantilla competitiva de lo más exótica. En el equipo actual conviven hasta quince nacionalidades. Tres son de Colombia. Hay un peruano. Dos brasileños. Un jugador de Trinidad y Tobago. Cuatro países de África: un futbolista nacido en Malaui, uno de Ghana, otro más de Costa de Marfil y tres de Malí. Van ocho. Y para finalizar, siete nacionalidades europeas: seis de Moldavia, dos de Grecia y uno de Serbia, Bosnia, Ucrania, Luxemburgo y Eslovenia.
Un grupo que da color a la atmósfera gris soviético de Tiraspol y aspira a seguir sorprendiendo a Europa tras debutar con victoria (2-0) ante el Shakhtar ucraniano en su puesta de largo en la Liga de Campeones.