Se las prometían muy felices en la orilla celeste de Manchester cuando los tambores resonaban a póker de títulos. Pep Guardiola campaba a sus anchas por Inglaterra y todo lo que no fuera una bacanal de trofeos a final de año se veía como una decepción.
Pero los citizens, en una serie de catastróficas desdichas, como firmaría Daniel Handler, se han visto en pleno mes de abril con la lista de objetivos terminada y con el único aliciente de levantar la Premier League, algo que solamente es cuestión de tiempo y está asumido por los aficionados desde hace meses.
Las ruidosas decepciones en la FA Cup (Copa de Inglaterra) y en la Liga de Campeones han debilitado al cuadro de Guardiola y puesto en entredicho si el tremendo gasto de los celestes –315 millones de euros en fichajes– ha sido amortizado.
Porque la eliminación en FA Cup, a manos del modesto Wigan Athletic, de la tercera división de la liga inglesa, pudo tomarse como un accidente al producirse en un campo visitante, con un clamoroso error defensivo y tras generar decenas de ocasiones claras de gol. No era tampoco la FA Cup el principal objetivo del City, por lo que el tropiezo, si bien se pudo interpretar como un bache en el camino que le alejó del triplete nacional, no era una catástrofe mayor.
No obstante, Europa era otra historia. Tras un proyecto de diez años, desde que el dinero árabe se apoderase del históricamente segundo equipo de Manchester, la verdadera meta ha sido triunfar en la Liga de Campeones.
Más aún para un equipo que solo ha tocado plata en Europa en la temporada 1970, cuando se alzaron con la Recopa al derrotar al Górnik Zabrze polaco.
La obsesión por la Champions no se ha saciado, pese al dinero árabe, y el City ha acumulado, desde que volvió a esta competición en 2011, dos eliminaciones en la fase de grupos; tres en octavos de final; una en semifinales y, la más reciente, en cuartos de final.
La figura de Guardiola, quien levantó en dos ocasiones la orejona con el Barcelona, no ha virado la trayectoria de un equipo al que, como le ha ocurrido también al PSG, el dinero le no ha comprado un alma competidora.
El mejor ejemplo de ello fue el partido de ida de los cuartos de final en Anfield, cuando un City, a priori, mejor que su rival, salió intimidado y sucumbió contra un cinco veces ganador de la competición. Ante la atmósfera y el idilio del templo del Liverpool, el City demostró que, por mucho dinero gastado, la identidad no se compra y los celestes se llevaron una goleada (3-0) que fue imposible de levantar en el Etihad Stadium (1-2).
Sin Champions y con la sensación de que el City volverá a reventar el mercado con fichajes a base de billetes, a los de Guardiola no les queda otra que conformarse con la ya amarrada Copa de la Liga (EFL Cup), conseguida en febrero ante el Arsenal, y con la más que inminente conquista de la Premier League.
Pero es que, para desgracia de los sky blues, puede repetirse la situación de cuando alzaron la Copa de la Liga. Y es que esta llegó justo tras la eliminación contra el Wigan, por lo que se tomó más como una manera de sanar las heridas que como un gran triunfo. Por lo tanto, una posible coronación este fin de semana –para lo que necesitaría ganar al Tottenham Hotspur y que el Manchester United perdiese ante el West Bromwich Albion– quedaría descafeinada y con la decepción aún en el aire del batacazo en Champions.
Con todas las cartas de la temporada sobre la mesa, el City y Guardiola se han llevado un revés sobre el tapete y han visto como su idílico proyecto de póker, se ha quedado en tan solo una pareja.