Con un esquema diferente, raro, extraño. Valiente para unos, suicida para otros. Así salió Luis Enrique en el Camp Nou el día que se jugaba el primer puesto de grupo en la Champions. Y lo tuvo todo en contra, pues el Barcelona tuvo que remontar el gol tempranero de Ibrahimovic. Poco a poco fueron mejorando los azulgranas y consumaron la venganza derrotando al primer equipo que les marcó y les ganó esta temporada (3-2). Messi puso el empate, Neymar adelantó a los azulgranas, y Luis Suárez, por fin en casa, sentenció el partido y el grupo.
Pero se hacía raro ver una alineación en la que se nombraba a Pedro justo después de Ter Stegen, el portero de la Champions, y antes de los centrales. Se barruntaba la opción de que el canario hiciera de Luis Enrique en sus inicios en el Camp Nou, jugando de carrilero. Había dudas iniciales, y se resolvieron en cuanto el balón se puso en juego. Pedro era el extremo. Este Barcelona se jugaba las habichuelas con defensa de tres.
Lógicamente, ese esquema, diferente a lo visto hasta el día de hoy, provocó que el PSG, que llegaba como líder y buscando un empate, encontrara los huecos en cualquier parcela del campo. Busquets y Mascherano estaban desbordados. Como Mathieu en el flanco izquierdo, donde Neymar no ayudaba lo que Pedro sí hacía con Bartra. Y Messi en el centro. Empezaron fríos, como tímidos por lo que se les venía por delante. Una sensación que aprovechó el PSG para adelantarse por medio de Ibrahimovic, que marcaba por vez primera a su exequipo en el Camp Nou. Una defensa aturdida, sin saber bien cómo cerrar. Si una acudía a banda a taponar, otro tenía que cerrar. Pero había mucha distancia y a los dos pivotes nos les daba tiempo. Ese 3-4-3 no carburara.
La fe y el empeño pusieron el empate
Pero si Ibra marcó en el 15, en tan sólo 4 minutos puso Messi la igualada. La fe y el empeño. Balón de Mascherano a un desaparecido (otro día más) Luis Suárez, que sí tuvo la fe de pelear ese balón ante Thiago Silva y David Luiz. Golpeó la bola como mordida para que Messi, entrando desde segunda línea, como le gusta, instalara el balón en la red. Nuevo partido con el empate a uno. Mazazo duro para los de Laurent Blanc, que casi se la devuelven al Barcelona. Numerosos huecos para salir a la contra que Matuidi, primero, y Cavani, después, no supieron aprovechar. Ocasiones muy claras que de haber entrado habrían significado un signo totalmente distinto en este partido.
Pero algo habló Luis Enrique con los suyos. Presionar arriba, morder como en la época de Guardiola. Así se consiguió el segundo. Tres hombres encima de un desapegado Ibrahimovic, que se la quita de encima como puede. La pelean Motta e Iniesta, y la clase gana a la fuerza. El manchego, en la parcela central del campo, se la da a Neymar. Y éste, como si estuviera en las canchas de su barrio, allá, en Brasil, donde más se divertía, encara a una defensa que le mete y recula. Y el brasileño, con ese interior que tanto le gusta utilizar, le pega desde fuera del área, con rosca, a media altura. Sirigu la mira pero no la huele. Segundo del Barça. Ahora sí, empezaba otro partido.
Xavi y Rakitic cambian el partido
Pero no estaba todo hecho. Había que sentenciar. El Barcelona no tenía las ocasiones, aunque sí un control tímido. Necesitaba más balón y menos correr. Volver a sus armas habituales y dejarse de experimentos, que bien podrían haber sido de gaseosa si no llega a ser por el tercer gol que sentenció el encuentro.
Pero antes había que salir vivo de las acometidas galas. Presionaron más arriba en la segunda parte, buscando hacer daño en la salida. No podían. Aunque cuando robaban se plantaban fácil en campo contrario. Al poco de comenzar la segunda mitad, entre Lucas Moura, el mejor de los parisinos, y Matuidi, el otro mejor, no fueron capaces de materializar las ocasiones que, hasta en tres ocasiones, salvó Bartra bajo palos. Ahí estuvo el liderato del grupo.
Entonces lo vio claro Luis Enrique. Como frotándose los ojos. Como esa bombilla que se enciende de repente. Despertó de ese sueño profundo en el que estaba instalado y vio que Rakitic y Xavi tenían la manija, nunca mejor dicho, del partido. Fuera Pedro e Iniesta, y vuelta a la defensa de cuatro. Ahora sí, este Barcelona era el de siempre. El de tocar y tocar, el de buscar espacios. El que duerme el partido y arranca al son de Messi.
Si Messi dice de jugar, se juega. Y como era de esperar, también participó en el tercer gol, casi tímido el argentino, que se la dejó a un Luis Suárez que por fin se estrenó en su casa al meter un rechace tras disparo de Neymar y una mano portentosa de Sirigu, el portero del PSG. Llevaba todo el partido perdiendo la batalla del centro del campo, y con los que saben ganó esa parcela. Y ahí, donde está la sala de máquinas, es donde el Barcelona se hace fuerte. Victoria contundente, revancha ante el PSG, y liderato de grupo. El Barcelona muestra su mejor versión, pide paso en octavos.
Ficha técnica
FC Barcelona, 3: Ter Stegen; Bartra (Adriano, m.92), Piqué, Mathieu; Mascherano, Busquets, Pedro (Rakitic, m.68), Iniesta (Xavi, m.73); Messi, Neymar y Luis Suárez
París Saint-Germain, 1: Sirigu; Van der Wiel, Thiago Silva, David Luiz, Maxwell; Motta, Verratti (Pastore, min.62), Matuidi (Lavezzi, min.75); Lucas Moura, Cavani e Ibrahimovic
Goles: 0-1, m.15: Ibrahimovic; 1-1, m.19: Messi; 2-1, m.41: Neymar; 3-1, m.77: Luis Suárez
Árbitro: Martin Atkinson (Inglaterra). Mostró tarjeta amarilla a Cavani (m.57)
Incidencias: Partido de la sexta y última jornada de la fase de grupos de la Liga de Campeones disputado en el Camp Nou ante 82.570 espectadores