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Champions League

Gareth Bale y el 4-3-3 de Ancelotti: un divorcio oportuno

La ausencia de Bale permitió a Ancelotti jugar de nuevo con cuatro centrocampistas. Y el sistema funcionó ante el equipo de Guardiola.

Tiempo Extra: Benzema da la victoria al Madrid

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La ausencia de Bale permitió a Ancelotti jugar de nuevo con cuatro centrocampistas. Y el sistema funcionó ante el equipo de Guardiola.
Real Madrid-Bayern

"¿Cuánto ha añadido el árbitro?", gritaba un aficionado del Real Madrid mientras miraba el marcador. El ruido que generaba el Santiago Bernabéu era tremendo. "No lo sé, creo que no lo han enseñado", le chillaba otro, cuyo asiento se había quedado pequeño desde hacía unos minutos. Despejaba el Real Madrid el enésimo centro del Bayern al área. "¿Qué ha pitado?", preguntaba uno de ellos. "¿Falta? No, espera... ¡final, ha pitado el final!", le contestaba el otro seguidor, visiblemente emocionado. Y, de repente, toda la tensión se fue volando en un suspiro eterno acompañado de un abrazo esperado desde hace años.

Fui testigo de ello y, desde estas líneas, se puede dar fe de que anoche, en el Bernabéu, hablar con el espectador de al lado sólo era posible con gritos. Y que esos tres pitidos de Howard Webb que señalaban el final del partido no se escucharon en las gradas. Sin exagerar, el recinto de la Castellana fue ese escenario de las grandes noches europeas. Pocas situaciones pueden motivar más a un madridista: semifinales de Champions, Bayern de Múnich y Pep Guardiola en el banquillo visitante. Casi nada.

La noche fue emotiva. Mientras 80.000 aficionados festejaban el triunfo en las gradas, dos jugadores se abrazaban en el campo. Eran los dos capitanes, Iker Casillas y Sergio Ramos. Una imagen parecida, pero tan diferente, a la del año pasado. En aquella había lagrimas; esta vez, la felicitación contenida porque sólo se había hecho la mitad del trabajo. ¡Pero qué mitad! Habían ganado al campeón de Europa.

El partido fue lo que se esperaba. Lo que tenían en mente tanto Guardiola como Ancelotti. Pero el único de los dos entrenadores que sorprendió en algo al otro fue Carlo. Quizá por las bajas obligadas, quizá lo hubiera hecho igual con Cristiano Ronaldo y Gareth Bale en forma, pero el 4-4-2 convence y funciona, al menos ante equipos superiores en la posesión de la pelota. Pep fue el de siempre, previsible. Y, cuando eres predecible, te vuelves vulnerable. Tener la pelota para él es el Santo Grial. Algo a lo que no se puede renunciar. Y con esa premisa, Ancelotti encontró una vía hacía la victoria. Tuvo la virtud de reinventarse.

Como Bale estaba enfermo, Ancelotti pudo divorciarse del 4-3-3 con el que parecía haberse casado en cada partido erróneamente. Estos dos ingredientes, sumados a un esfuerzo y sacrificio de una plantilla acostumbrada a tocar y no a correr detrás del balón, facilitaron una victoria deseada en el madridismo.

Sin olvidar la colosal actuación de Carvajal y Coentrao, dos laterales cuestionados -el portugués apenas ha jugado esta temporada- que fueron capaces de frenar a Robben y Ribéry, de los extremos más talentosos del mundo. Y el tercero es Cristiano Ronaldo. Pasó más que tiró, pensó más que corrió. En definitiva, jugó más con la cabeza que con las piernas. Se sacrificó por la Décima.

En el otro bando, algunos pesos pesados del Bayern -con el mismísimo Beckenbauer a la cabeza-, acostumbrados a un fútbol más directo, criticaban a Guardiola por la posesión estéril, sin crear ocasiones de gol.

Al equipo de Pep, como le pasa a la selección española, le faltó verticalidad y profundidad. Tener el balón no es malo, pero sí lo es cuando no creas peligro con él. Y el Real Madrid, con tres toques, creó más ocasiones que un Bayern que tuvo un 74% de posesión en la primera mitad.

Es la ventaja que tiene el Madrid frente a los alemanes: es capaz de vivir sin la pelota, de no sufrir en defensa. Ya lo advirtió Xabi Alonso: "El balón hay que saber interpretarlo". Y lo dice un campeón del mundo, líder del famoso tiqui-taca. Y aunque el Bayern de Múnich diera la impresión de ser un equipo con las ideas claras, jugó con miedo. Sí, con miedo. Preocupado por avanzar metros, consciente de que una pérdida podría costarle un gol.

Veremos la vuelta en Múnich. Dos claves a día de hoy. La primera, Sergio Ramos y Xabi Alonso. Los dos jugadores, propensos a cometer falta, están a una amarilla de perderse la final. Jugar con el riesgo de meter la pierna puede ser decisivo. La segunda, Ancelotti y el sistema. Con Bale y Ronaldo, en teoría volverá al 4-3-3. En rueda de prensa, el técnico italiano explicó que la clave era el sacrificio de cada jugador, que todos pueden defender. Veremos si tiene razón.

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